El Viaje de Elida
Era un soleado día de primavera en Buenos Aires, y la abuela Elida Rama estaba sentada en su sillón junto a la ventana. A sus 80 años, su cabello canoso brillaba como la luz del sol y sus ojos recordaban historias de un pasado lejano. "Hoy es un buen día para recordar", pensó mientras miraba el cielo azul.
A veces, los recuerdos de su infancia en Galicia la invadían y le traían una sonrisa. "¿Te cuento sobre mi padre?", dijo a su nieta Sofía, mientras esta se acomodaba a su lado.
"Sí, abuela, me encantaría escuchar sobre él", respondió Sofía con ilusión.
Elida cerró los ojos un momento, y casi podía oír las olas del océano que rozaban las costas gallegas. "En 1912, yo era apenas una niña. Mi padre era un pescador valiente y noble, y cada mañana salía al mar en su bote, buscando peces mientras cantaba sobre las estrellas. ¡Cómo lo extrañaba!".
Sofía se acomodó más cerca. "¿Y por qué viniste a Buenos Aires, abuela?"
"La vida a veces nos lleva a lugares lejanos, mi amor. La familia crecía y había que buscar nuevas oportunidades. Así fue cómo llegué aquí, entre paisajes y sonidos desconocidos. Al principio sentí nostalgia, pero Buenos Aires me ofreció nuevos sueños".
A medida que Elida hablaba, sus palabras viajaban entre dos épocas. Sofía cerró los ojos y se imaginó la Galicia de su abuela, con sus verdes prados, caminos de tierra y tranquilas aldeas.
"¿Recuerdas el olor a sal en el aire cuando tu papá regresaba del mar?", continuó Elida, evocando su infancia.
"Síñ, siempre me habías contado que era maravilloso. ¡Qué aventuras habrías tenido!".
De pronto, Elida se quedó en silencio, como si un pensamiento la hubiera atrapado. “Te contaré algo más… muchas veces me sentí como un pez en un mar desconocido aquí en Buenos Aires. Aprender un nuevo idioma, hacer amigos... era todo un desafío”.
Pero había algo mágico en esa ciudad, y poco a poco, la abuela comenzó a entender la belleza de su nueva tierra. Sus aventuras se mezclaban con las del pasado. "Sofía, alguna vez bromeé con los vecinos sobre los misterios de la vida y el destino, y ahora veo esa conexión entre mi historia y la tuya."
Sofía sonrió, dándose cuenta de que, a pesar de la distancia, siempre hay un hilo que une a las generaciones. "Abuela, ¿y qué sueñas ahora?".
"Quiero que sigas escribiendo tus cuentos. Cada historia es un viaje. Me gustaría que alguna vez fueras a Galicia, para que veas lo que yo vi... y que lleves contigo una parte de mí".
Y así, la abuela y la nieta se quedaron hablando hasta que la luna se asomó, iluminando su pequeña habitación. Un viaje de recuerdos se entrelazó con sueños futuros.
En los días siguientes, Elida y Sofía decidieron que juntos escribirían una historia sobre los migrantes, sobre aquellos que se atrevían a seguir su corazón, uniendo sus historias.
"Elida, podemos contar cómo es dejar todo atrás por un nuevo comienzo", sugirió Sofía.
"Sí, un nuevo capítulo, mi niña. Juntos brillamos como el sol en el mar".
Las dos aprendieron que cada migrante, cada historia, merecía ser contada. Y en el fondo, Elida comprendió que el viaje nunca se terminaba cuando hay amor y memoria en el corazón.
FIN.