El viaje de Eric
Érase una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Eric. Tenía una apariencia diferente, pues su cabeza era más grande que la de los demás. Aunque Eric era un niño amable y lleno de sueños, sus compañeros de clase no lo entendían. A menudo lo llamaban "Eric el Cabeza de Cráneo", y eso le rompía el corazón.
Un día, después de que varios niños se burlaron de él en el patio de la escuela, Eric decidió que ya no quería ir más. "No puedo soportarlo más," -se dijo a sí mismo mientras caminaba a casa. Pero en lugar de regresar y contarle a su mamá lo que pasaba, tomó una decisión drástica y se fue del hogar.
Sin escuela, sin amigos y sin el amor de su familia, Eric se convirtió en un niño de la calle. Durante los días soleados, buscaba comida en los mercados y, por las noches, se refugiaba en un viejo parque. La vida fue dura, pero Eric encontró consuelo en su imaginación.
Un día encontró una caja de cartón y decidió convertirla en su hogar. "Esto es un castillo," -se dijo con una sonrisa. Era un lugar mágico donde podía soñar sin que nadie se metiera con él. Sin embargo, a pesar de la alegría que le daba, la soledad lo acompañaba.
Mientras tanto, el pueblo se preparaba para el festival anual. Todos estaban emocionados. "Este año tendremos un concurso de talentos," -anunció la maestra Clara con entusiasmo. Pero Eric, desde su refugio en el parque, no podía imaginarse en el escenario.
Una tarde, mientras Eric paseaba por el mercado, escuchó ensayos de varios niños para el festival. La música lo atrapó, y sin pensarlo, se metió entre la multitud. Había un grupo de niños cantando y una bailarina que brillaba con su gracia. "Que lindo sería ser parte de eso," -pensó para sí mismo.
Una semana antes del festival, Eric decidió que quería participar. Reunió coraje y fue al ensayo. "Hola, yo me llamo Eric, ¿puedo cantar con ustedes?"- preguntó con una voz temblorosa. Los niños lo miraron un poco sorprendidos, pero luego una niña llamada Sofía sonrió. "Claro, ¡cuanto más, mejor!"-.
A partir de ese día, Eric se unió a ellos. Practicaba día y noche, y aunque al principio dudaba de sí mismo, la música lo hizo sentir libre. "Yo puedo hacer esto," -se decía mientras ensayaba. Encontró en la música una forma de expresar todo lo que sentía.
El día del festival llegó. Eric estaba nervioso, pero también emocionado. Cuando llegó su turno, dio un paso adelante. "Hola a todos, soy Eric y voy a cantar una canción sobre ser uno mismo," -anunció con voz temblorosa. A medida que comenzó a cantar, una sensación de felicidad lo envolvió. La gente comenzó a aplaudir.
Cuando terminó su actuación, recibió una ovación. "¡Bravo! ¡Qué increíble!"- gritaban. Desde la audiencia, hasta los niños que antes se burlaban de él, todos estaban sorprendidos. Eric se sintió querido, apreciado y finalmente aceptado.
Después del festival, muchos de los niños se acercaron a él. "¡Eres genial! Nunca debimos haberte tratado así," -dijo un chico llamado Lucas. Para Eric, esas palabras eran mágicas. "Gracias, eso significa mucho para mí," -respondió con una sonrisa.
Desde aquel día, Eric no solo encontró nuevos amigos, sino también su pasión por la música. A medida que crecía, decidió que quería ayudar a otros niños que se sentían solos y diferentes, así que formó un grupo donde todos podían expresarse a través del arte.
Y así, de ser un niño de la calle, Eric se convirtió en un joven talentoso, querido y respetado en su comunidad. Siempre recordaba que, aunque a veces el camino era difícil, había que seguir adelante y nunca dejar de soñar.
"¡Todo el mundo tiene su magia, solo hay que encontrarla!"- decía Eric con una sonrisa, recordando su propio viaje.
FIN.