El Viaje de Florcita
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, una niña llamada Florcita. Siempre había sido muy curiosa y llena de energía, pero un día su maestra les dio una noticia que la puso muy triste. "Queridos niños, hoy vamos a hablar de algo que no siempre es fácil. Algunos de ustedes pueden tener que asistir a un funeral, una despedida muy especial para recordar a quienes amamos" - pronunció la maestra con voz suave.
Flor, con su cabellera rizada y su vestido de lunares, no podía entender del todo qué significaba eso. "¿Por qué hay que despedirse, maestra?" - preguntó con el ceño fruncido.
"A veces, las personas que queremos deben irse, pero eso no significa que dejen de estar en nuestro corazón" - respondió la maestra.
Ese mismo día, tras el colegio, Florcita decidió ir al parque, buscando respuestas entre las flores y los árboles. Allí conoció a un perro callejero llamado Tobi. El perro, con su pelaje desaliñado pero ojos amables, se convirtió en su nuevo amigo.
"Hola, Tobi. Estoy muy confundida. Nos hablaron de un funeral en clase y no sé qué pensar" - le contó Florcita.
"Los funerales son lugares donde se celebra la vida de aquellos que hemos querido. A veces, nos sentimos tristes, pero también es una oportunidad para recordar lo bueno que vivieron" - explicó Tobi, moviendo su cola.
Mientras Florcita escuchaba a su nuevo amigo, decidió que tenía que hacer algo para entender mejor lo que significaba decir adiós.
Una semana después, se enteró de que su vecino Don Juan había fallecido. Don Juan siempre regaba su jardín y le contaba historias a Florcita sobre las flores y los pájaros.
"¡Vamos a recordar a Don Juan!" - exclamó Flor mientras sembraba flores en su jardín. Convocó a sus amigos para hacer un homenaje especial en su honor.
Con un par de muñequitas de papel dibujadas por ellos, organizó una pequeña ceremonia. Todos se sentaron alrededor de un hermoso arreglo de flores.
"Hoy, recordamos a Don Juan, quien nos hizo sonreír y amó a las plantas tanto como nosotros" - dijo Florcita emocionada. Sus amigos empezaron a contar sus recuerdos con Don Juan, desde las historias sobre su jardín hasta cómo siempre les regalaba galletitas.
Un giro inesperado ocurrió cuando, al terminar, Florcita decidió que cada uno de ellos plantaría una flor en memoria de Don Juan.
"Así, nuestras flores siempre recordarán su amor por el jardín y por nosotros" - comentó Florcita con una gran sonrisa. En ese momento, no había tristeza, solo amor.
Con el tiempo, las flores comenzaron a crecer, y el jardín de Florcita se llenó de colores. Los chicos seguían visitándolo, recordando juntos a Don Juan. Y Florcita comprendió que aunque la vida a veces traiga despedidas, siempre habrá formas de honrar y recordar a quienes hemos querido.
"El amor que sentimos nunca se va, se transforma en recuerdo" - reflexionó Flor mientras miraba sus flores, ahora llenas de vida.
Así, Florcita aprendió que los funerales, aunque tristes, pueden ser también celebraciones de vida, donde se guarda en el corazón lo que realmente importa: el amor y los recuerdos que compartimos.
FIN.