El Viaje de Gabriela y Tomás



Había una vez en una pequeña casa de un barrio lleno de árboles y flores, una niña llamada Gabriela, que tenía un gato llamado Tomás. Tomás era un gato de lo más curioso, con un pelaje rayado y unos ojos verdes que brillaban como esmeraldas. Sin embargo, a veces, Gabriela no le prestaba la atención que él merecía.

Un día, mientras Gabriela jugaba con sus amigos en el jardín, Tomás se acercó, buscando cariño. Gabriela, que estaba muy emocionada participando en un juego, le dijo:

"¡No, Tomás! ¡Andate! Estoy jugando con mis amigos".

Tomás, herido por las palabras de Gabriela, se fue caminando, su cola baja y sus orejitas caídas. Gabriela, en vez de pensar en lo que había hecho, siguió disfrutando de la diversión con sus amigos.

A la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Gabriela volvió a casa. Al entrar, notó que Tomás no estaba. Buscó por todos lados, pero no lo encontraba.

"Tomás, ¿dónde estás?" - llamó con un tono un poco preocupado.

Pero Tomás no respondía. Gabriela sintió un pequeño nudo en su estómago; era la primera vez que no veía a su gato en casa. Impulsada por la preocupación, comenzó a buscarlo en el patio, en el garaje, y hasta miró bajo la cama, pero nada.

Se sentó en el jardín, mirando las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo y sintió que algo faltaba. Era la alegría que solo Tomás podía darle. Justo en ese momento, un suave y misterioso ruido la distrajo:

"Miau... miau..." - era Tomás, que parecía estar atrapado en un arbusto espinoso.

"¡Tomás!" - exclamó Gabriela corriendo hacia él.

Con cuidado, se acercó y empezó a despejar las ramas.

"No, Tomás, no te voy a dejar ahí, no quiero que estés mal" - le susurró mientras lo ayudaba a liberarse.

Finalmente, después de un rato de esfuerzo, Tomás salió de entre las espinas, un poquito sucio pero sano. Gabriela lo abrazó, con lágrimas en los ojos.

"¡Lo siento, Tomás! No debí haberte tratado así antes. Te prometo que nunca más te ignoraré" - le dijo, acariciando su lomo.

Tomás se frotó contra ella, como si entendiera lo que decía.

Desde ese día, Gabriela se dio cuenta de lo importante que era cuidar y respetar a su amigo. Empezó a pasar más tiempo con Tomás, jugando y aprendiendo a comprender sus necesidades. También le enseñó a sus amigos a ser amables con los animales.

Un fin de semana, decidieron hacer una fiesta en el parque para los gatos del barrio. Estaban todos invitados, y Gabriela organizó juegos, comidas y hasta premios para los que se portaban mejor.

"¡Va a ser divertido, Tomás! Invitemos a todos" - le dijo mientras empezaban a preparar todo.

La fiesta fue un gran éxito. Todos los gatos jugaron felices y sus dueños se divirtieron. Gabriela miró a Tomás corriendo detrás de una pelota, y sonrió.

"¡Mirá lo feliz que está!" - dijo a sus amigos.

Después de esa experiencia, Gabriela no solo valoró a Tomás más que nunca, sino que también aprendió que cada ser, grande o pequeño, merece amor y respeto.

Y así, Gabriela y Tomás vivieron felices, creando un lazo más fuerte que nunca y llenando su vida de aventuras y cariño. Gabriela se convirtió en una defensora de los animales, y cada vez que alguien le preguntaba sobre su gato, su rostro iluminaba con una sonrisa:

"¡Tomás es mi mejor amigo!" - decía orgullosa.

Finalmente, Gabriela aprendió que ser amable y cuidadosa era el mejor camino para tener una relación llena de amor.

FIN.

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