El viaje de Gato a la Tierra de la Empatía



En un tranquilo vecindario de Buenos Aires, vivía un gato llamado Gato. Con su suave pelaje naranja y sus grandes ojos verdes, Gato se creía el rey del barrio. Sin embargo, había algo que lo diferenciaba de los otros animales: Gato había perdido la sensibilidad hacia ellos. Ya no entendía sus emociones ni respondía a sus problemas. Todo lo que le importaba era jugar solo con su pelota de lana.

Un día, mientras exploraba una colina cercana, Gato escuchó un gemido. Curioso, se acercó, y allí encontró a una pequeña perra llamada Loba, atrapada entre dos rocas.

"¿Qué te pasó?" - preguntó Gato, distrayéndose completamente de su habitual egoísmo.

"Me caí mientras jugaba, y no puedo salir" - respondió Loba con voz temblorosa.

"Lo siento, pero no puedo ayudarte. Tengo cosas más importantes que hacer" - contestó Gato, sin pensar en las emociones de Loba.

Desconcertada, Loba empezó a llorar y, al escuchar su llanto, algo en el interior de Gato se removió, pero lo ignoró y siguió su camino. Sin embargo, en el camino, su conciencia le decía que debía hacer algo. Gato emprendió un viaje hacia la Tierra de la Empatía, un lugar mágico del que había oído hablar.

Mientras avanzaba, conoció a una mariposa llamada Pinta.

"¿Adónde vas?" - le preguntó Pinta, revoloteando a su alrededor.

"Voy a la Tierra de la Empatía. Necesito aprender algo" - respondió Gato, un poco a la defensiva.

"¿Aprender qué?" - inquirió Pinta con curiosidad.

"Aprender a no ser tan indiferente con los demás" - admitió Gato, sintiendo una punzada en su corazón.

"¡Es un viaje hermoso! Pero debes estar preparado para lo que vas a encontrar" - le advirtió Pinta.

Continuó su camino y, en su travesía, Gato se topó con un río. A orillas del río, una tortuga llamada Tata intentaba cruzar.

"Ayuda, no puedo llegar al otro lado!" - clamó Tata.

Gato, al ver el desespero en los ojos de la tortuga, recordó a Loba. Entonces, acercándose, le dijo:

"Dame tu pata, te ayudaré".

Con mucho esfuerzo, Gato ayudó a Tata a cruzar el río. Cuando llegaron al otro lado, Tata lo miró con gratitud.

"¡Gracias, amigo! Eres el primero que me ayuda tooodo este tiempo" - declaró Tata.

Gato sintió que algo ya había cambiado dentro de él. El viaje seguía y pronto llegó a la Tierra de la Empatía, un lugar lleno de colores brillantes y seres que compartían amor y bondad. Allí conoció a un búho sabio llamado Sabio.

"Bienvenido, Gato. He escuchado de ti" - le dijo Sabio, posándose en una rama.

"¿Cómo puedo aprender a ser más sensible? No quiero seguir siendo indiferente" - se sinceró Gato.

"Aquí, en la Tierra de la Empatía, debes ver el mundo a través de los ojos de los demás" - respondió Sabio.

Gato se sintió algo escéptico, pero decidió intentarlo. Sabio le propuso un ejercicio especial: durante tres días, debería acompañar a diferentes animales en sus actividades diarias.

El primer día, Gato conoció a unos patitos que estaban buscando su madre, que se había alejado. Gato se puso en su lugar y sintió su tristeza.

"Esto no es fácil..." - reconoció Gato, mientras trataba de ayudarles a encontrar a su madre.

En el segundo día, acompañó a una ardilla que estaba recolectando nueces y se dio cuenta de lo difícil que era para ella encontrar suficiente comida para el invierno.

"¡No había imaginado lo que debía pasar!" - exclamó Gato al ver cómo la ardilla trabajaba sin descanso.

Finalmente, el tercer día, estuvo con un anciano perro que necesitaba ayuda para cruzar la calle. Gato se detuvo a pensar en lo valioso que es ayudar a quienes nos rodean.

Al regresar a casa, Gato se sintió diferente. Algo dentro de él había despertado, y su corazón latía con una nueva emoción: la empatía.

Cuando Gato vio a Loba nuevamente, no dudó en acercarse.

"¡Loba! Lo siento mucho por lo que pasó. ¿Puedo ayudarte con algo?" - preguntó Gato, con sinceridad.

Loba lo miró sorprendida, pero luego sonrió.

"Claro! Juguemos juntos!" - respondió Loba, feliz de tener un nuevo amigo.

Desde ese día, Gato supo que la verdadera realeza no estaba en jugar solo, sino en compartir, ayudar y entender a los demás. Transformó su forma de ver el mundo y, por supuesto, nunca olvidó regresar a la Tierra de la Empatía, para recordar que la sensibilidad hacia otros es un regalo maravilloso.

Así, Gato se convirtió en un ejemplo de bondad en su vecindario, y sus amigos muchas veces recordaban cómo un solo viaje había cambiado la vida de un gato que había perdido su sensibilidad.

Y así, Gato vivió feliz, siempre rodeado de amistad y amor, disfrutando de la riqueza que trae la empatía en el corazón.

FIN.

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