El Viaje de Hello Kitty



Había una vez en la colorida ciudad de Londres, donde vivía una adorable gatita llamada Hello Kitty. Ella era famosa por su gran sonrisa y su amor por hacer felices a los demás. Un día, mientras hacía manualidades en su casa, decidió crear un nuevo proyecto: una caja de sorpresas para regalar a sus amigos.

Al día siguiente, entusiasmada, Hello Kitty se puso a trabajar, cortando papel de colores y pegando brillantina. Sin embargo, en su afán de hacer la caja perfecta, no se dio cuenta de que estaba usando unas tijeras muy afiladas. Sin querer, mientras cortaba un trozo de cinta, se hizo un pequeño corte en la boca.

- ¡Ay! – gritó Hello Kitty, llevándose las patas a la cara.

A pesar del pequeño susto, ella decidió que no dejaría que esto arruinara su día. Con un poco de esparadrapo y mucho cuidado, Hello Kitty continuó con su proyecto. Pero algo extraño empezó a suceder: al hablar, no podía sonreír como siempre lo hacía.

- ¿Por qué no puedo sonreír? – se preguntó, mirando su reflejo en el espejo.

Al salir a la calle con su maravillosa caja de sorpresas, sus amigos la saludaron, y Hello Kitty, aunque seguía con la boca protegida, intentó darles un saludo alegre.

- ¡Hola, Hello Kitty! – exclama Mimmy, su hermana. – ¿Por qué no sonríes?

- ¡Hola, Mimmy! – respondió Hello Kitty, tratando de sonar animada, pero su boca recubierta no le dejaba hacerlo.

Mimmy la miró con preocupación.

- ¡No te preocupes! – dijo, intentando ser positiva. – Tu caja de sorpresas se ve increíble, ¡no importa si no puedes sonreír!

Hello Kitty empezó a sentir que, a pesar de no poder mostrar su famosa sonrisa, tenía otros talentos que podía usar para hacer felices a sus amigos.

Así que decidió organizar una fiesta sorpresa en su casa, donde todos sus amigos iban a participar. Ella se dedicó a pintar decoraciones, elegir música y preparar deliciosos bocadillos.

Cuando la fiesta llegó, Hello Kitty se vistió con su mejor atuendo y abrió la puerta.

- ¡Sorpresa! – gritaron sus amigos al unísono, llenando la habitación con risas y alegría.

Aunque Hello Kitty no podía sonreír como siempre, la felicidad de sus amigos iluminó su corazón. Con cada risa, cada juego y cada baile, ella se dio cuenta de que su verdadera sonrisa provenía de ver a sus amigos disfrutando.

- ¡Esto es lo mejor! – dijo Keroppi, saltando de alegría.

- Sí, ¡es increíble! – añadió Cathy, disfrutando de un cupcake.

A medida que la fiesta continuaba, hello Kitty encontró formas creativas de comunicarse y de expresar su alegría. Usó dibujos, gestos y canciones para mostrar lo feliz que estaba.

Después de unos días, el vendaje que tenía en la boca finalmente se soltó. Ella se miró al espejo nuevamente y sonrió. No sólo porque podía sonreír con facilidad otra vez, sino porque había aprendido que la felicidad y la alegría se compartían de muchas maneras.

Como todos sus amigos habían disfrutado tanto en la fiesta, decidió hacerla una costumbre. Todos se reunieron una vez al mes para celebrar y compartir momentos inolvidables, en donde se reían, bailaban y jugaban juntos.

Y así fue como Hello Kitty descubrió que no siempre necesitamos una sonrisa en la cara para ser felices y hacer felices a los demás. El amor, la amistad y la creatividad son los verdaderos ingredientes para una vida llena de alegría. Y de paso, ya no le temía a las tijeras y siempre recordaba ser más cuidadosa con ellas.

Desde entonces, Hello Kitty sentía más fuerte que nunca que su alegría estaba en su corazón, y no sólo en su boca.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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