El viaje de Jhonn y su amiga la estrella
En un pequeño pueblo llamado Solaris, vivía un niño llamado Jhonn. Era un chico curioso, siempre mirando al cielo en las noches despejadas. Un día, mientras observaba las estrellas, notó que una de ellas brillaba más y parecía moverse.
- ¡Mira mamá! Esa estrella está danzando! -gritó Jhonn emocionado.
Su mamá sonrió y le dijo:
- Tal vez le gustaría que la llames. Las estrellas a veces responden a quienes tienen sueños.
Intrigado, Jhonn miró nuevamente a la estrella y cerró los ojos, deseando tener una aventura mágica. Entonces, sorprendentemente, la estrella descendió del cielo y se posó justo frente a él.
- Hola, Jhonn -dijo la estrella con una voz suave y luminosa-. Soy Lúmina. He escuchado tu deseo de aventura.
- ¡Wow! -exclamó Jhonn, atónito-. Nunca hablé con una estrella antes. ¿Qué tipo de aventura?
- Te llevaré a un lugar donde los sueños se hacen realidad, pero primero, necesito que me ayudes a encontrar mi luz perdida -respondió Lúmina.
Impulsado por la emoción, Jhonn aceptó de inmediato.
- ¿Y cómo hago para ayudarte? -preguntó.
- Hay tres objetos que son fundamentales para restaurar mi luz. Necesito que viajemos al Bosque de los Murmullos, al Lago de los Susurros y a la Cueva de los Ecos. ¿Quieres acompañarme?
Jhonn asintió con determinación. Así, juntos emprendieron su camino. El primer destino fue el Bosque de los Murmullos, donde los árboles hablaban.
Al llegar, Jhonn escuchó un susurro entre las hojas.
- ¿Quién busca en nuestro bosque? -preguntó un árbol anciano.
- Yo soy Jhonn, y estoy aquí con Lúmina para encontrar su luz -respondió.
El árbol le dijo:
- Para obtener la primera parte de la luz, debes resolver este enigma: soy liviano como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?
Jhonn pensó intensamente y, al instante, su cara se iluminó.
- ¡El aliento! -gritó.
- Correcto, pequeño -replicó el árbol, y le entregó una pequeña esfera brillante que representaba el aliento del viento.
Con alegría, Lúmina y Jhonn continuaron su camino al Lago de los Susurros. Una vez allí, el agua parecía murmurar secretos.
- ¿Cómo podremos obtener la segunda parte de la luz? -preguntó Jhonn.
- Para ello, deberán escuchar atentamente a las olas. El lago les hará una pregunta -respondió Lúmina.
Después de un rato, el lago acarició la orilla con una ola y preguntó:
- ¿Cuál es el tesoro más valioso del mundo?
Jhonn se quedó pensando. Recordó las palabras de su mamá sobre los sueños y las amistades. Luego respondió:
- El amor. Sin amor, nada de lo que tenemos tiene sentido.
El agua brilló intensamente y le regaló una gema azul que simbolizaba el amor y los lazos.
- ¡Con esto ya tenemos dos partes! -gritó Jhonn, saltando de felicidad. Pero aún faltaba la última.
Finalmente, se dirigieron a la Cueva de los Ecos, donde las voces reverberaban. Al entrar, se encontraron con un eco constante que parecía burlarse de ellos.
- Para obtener tu luz, debes escuchar y entender el eco -dijo Lúmina.
Entonces, un eco dijo:
- Escucha y repite lo que ha aprendido en tu aventura.
Jhonn cerró los ojos y comenzó a recordar sus experiencias:
- He aprendido que la curiosidad es importante, que los amigos son valiosos y que el amor da sentido a todo -dijo con confianza.
El eco, satisfecho, resonó a su alrededor y las paredes de la cueva comenzaron a brillar, entregándole a Lúmina la última parte: un cristal brillante.
- ¡Lo lograste, Jhonn! -exclamó Lúmina emocionada. Juntos reunieron las tres piezas y formaron un resplandeciente corazón que iluminó toda la cueva.
Con su luz restaurada, Lúmina podía brillar nuevamente en el cielo.
- Gracias, Jhonn. Has demostrado que la curiosidad, la amistad y el amor son la verdadera luz de nuestro viaje -dijo la estrella, volando hacia el cielo.
Jhonn la miró partir, sintiendo una calidez en su corazón.
- ¡Hasta pronto, Lúmina! -gritó mientras la estrella se convertía en parte del cielo estrellado.
Desde ese día, Jhonn no solo miraba las estrellas, sino que entendió que cada una de ellas brillaba gracias a sueños, amor y amistades. Sabía que siempre habría un espacio en su vida para la curiosidad y para la aventura.
FIN.