El Viaje de Juanito



En un rincón mágico del bosque, donde los árboles susurraban secretos y los ríos danzaban entre piedras, vivía un niño llamado Juanito. Era un chico curioso, aventurero, que pasaba sus días explorando la naturaleza. Un día, mientras seguía a un pequeño ciervo dorado, Juanito se adentró más de lo que jamás había imaginado.

De repente, se dio cuenta de que estaba perdido. "¿Dónde estoy?"- se preguntó angustiado, mientras miraba a su alrededor. Solo había árboles altos que parecían tocar el cielo. Antes de que pudiera encontrar el camino de regreso, se desmayó y se despertó en un lugar completamente diferente.

El nuevo mundo era colorido y extraño, lleno de criaturas que nunca había visto antes. Un pájaro de brillantes plumas azules se posó sobre una rama. "Hola, Juanito. Me alegra que hayas despertado"-, dijo el pájaro en un tono melodioso.

"¿Cómo sabes mi nombre?"- preguntó Juanito, atónito.

"Soy tu ángel guardián. Vine a ayudarte. Te encuentras en el Reino de los Sueños, un lugar donde la imaginación cobra vida. Pero para volver a tu hogar, deberás aprender algunas lecciones especiales"-, explicó el pájaro.

"¿Lecciones? ¿Qué tipo de lecciones?"- inquirió Juanito, emocionado pero también inquieto.

"Primero, necesitas aprender sobre la amistad. Acompáñame"-, dijo el pájaro. Cuando Juanito lo siguió, se encontraron con un grupo de criaturas del bosque: un conejo que lloraba, una tortuga que se había perdido y una ardilla con la pata lastimada.

"¿Qué les pasa?"- preguntó Juanito.

"Yo me siento solo porque mis amigos no me entienden"-, sollozó el conejo.

"Y yo no sé cómo volver a mi casa"-, se quejó la tortuga.

"Y yo no puedo jugar porque me duele mucho mi pata"-, dijo la ardilla.

Juanito recordó lo que siempre hacía cuando alguien estaba triste. "Podemos ayudarnos entre todos. Yo puedo contarles historias divertidas"-, dijo, sonriendo. Y así lo hizo. Juanito les contó historias sobre sus aventuras en el bosque, provocando risas y un sentimiento de unión entre ellos.

El conejo dejó de llorar, la tortuga sonrió y hasta la ardilla olvidó su dolor por un rato.

"¡Han aprendido sobre la amistad!"-, aplaudió el pájaro. "Ahora, la segunda lección: el valor"-.

Juanito se sintió un poco nervioso, pero confiado. "¿Qué debo hacer ahora?"- preguntó.

"Okay, ven, hay un árbol que necesita ayuda en el valle. Está cubierto de maleza y no puede crecer"- explicó el pájaro.

"Pero no somos muy fuertes..."- dudó Juanito.

"El valor no siempre está en la fuerza, sino en la voluntad de intentar"-. Acompañados por sus nuevos amigos, Juanito se acercó al árbol. Juntos, comenzaron a quitar las ramas y piedras que lo ahogaban, cantando y animándose mutuamente.

Después de mucho esfuerzo, el árbol volvió a respirar, erguido y fuerte. "¡Gracias, pequeños! Me has devuelto la luz"-, decía el árbol con voz profunda y cálida.

Juanito sintió que el valor había crecido dentro de él, y sonrió.

"Has aprendido sobre el valor, Juanito. Esto te acercará a tu hogar. Ahora, la última lección: la gratitud"-, dijo el pájaro.

"¿Gratitud?"- repitió Juanito.

"Sí. Debes agradecer a todos los que te han ayudado en este camino"- explicó el pájaro mientras llevaban a Juanito a un hermoso claro lleno de flores. Allí, estaban todos sus nuevos amigos, expresando su agradecimiento por lo que Juanito había hecho por ellos.

Juanito se dio cuenta de que en cada pequeño gesto, cada acción de bondad, había un poder inmenso. "Gracias a todos ustedes por enseñarme a ver el mundo con otros ojos y por su amistad"-.

Entonces, aquel lugar empezó a iluminarse y el pájaro, con una hermosa luz, le dijo: "Has completado tu viaje de aprendizaje. Ahora estás listo para regresar a casa"-.

Con un giro mágico, Juanito se sintió ligero y feliz. Un instante después, se encontraba de nuevo en su bosque, entre los mismos árboles donde todo había comenzado. Con una gran sonrisa en su rostro, entendió que cada aventura trae consigo una lección.

"Voy a contarles a todos sobre este mundo y las cosas que aprendí!"- exclamó Juanito para sí mismo, sabiendo que cada día era una nueva oportunidad para seguir aprendiendo.

Y así, con su corazón lleno de alegría, regresó a casa, sabiendo que la amistad, el valor y la gratitud son los caminos hacia aventuras aún más grandiosas y significativas.

FIN.

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