El Viaje de Killa y Yaku



Una vez en un hermoso rincón del Ecuador, vivían dos amigos: Killa, una niña de la etnia Kichwa, y Yaku, un niño de la etnia Shuar. Eran muy diferentes el uno del otro, pero compartían un lazo especial, el amor por la naturaleza y la curiosidad por aprender sobre sus culturas.

Un día, decidieron hacer un viaje hacia la montaña de Chimborazo, donde dijeron que el cielo tocaba la tierra.

"¿Te imaginas cuántas cosas vamos a aprender en el camino?", exclamó Killa con emoción.

"Sí, y tengo muchas ganas de probar la comida típica de cada lugar que visitemos", contestó Yaku con una sonrisa.

Mientras caminaban, se encontraron con una anciana que vendía collares de semillas.

"Hola, niños," saludó la anciana con una voz suave. "¿A dónde van tan animados?"

"Vamos a Chimborazo a conocer más sobre nuestras culturas y aprender de otros pueblos!", respondió Killa.

"Eso suena maravilloso. No olviden hablar con los habitantes de cada lugar. A veces, se creen cosas que no son ciertas sobre las culturas de los demás", añadió la anciana, observando con cariño.

Killa y Yaku continuaron su camino, emocionados por lo que descubrirían. Pero de repente, se toparon con un grupo de niños que jugaban. Algunos llevaban ropas coloridas y otros, trajes típicos de sus regiones. Sin embargo, los niños se miraron desconfiados.

"¡Eh! Miren a esos chicos extraños!", dijo uno de los niños.

"Sí, ellos no son como nosotros", agregó otro.

Killa se entristeció al escuchar eso y dijo:

"¡No somos extraños! Solo venimos a aprender y a compartir lo que sabemos!"

Yaku, viendo la tensión, se acercó a los otros niños y les dijo:

"¿Quieren jugar con nosotros? Podemos mostrarles nuestras danzas y después ustedes las suyas!"

Los niños, un poco escépticos, aceptaron:

"Está bien, pero en la nuestra tienen que hacer lo que nosotros digamos!"

Comenzaron a bailar, mezclando sus movimientos tradicionales. La música llenó el aire y pronto todos se unieron en risas y diversión.

Después de un rato, un niño se acercó a Killa y le preguntó:

"¿Por qué usas esa falda colorida?"

"Porque representa la montaña y la conexión con nuestra tierra. Cada color tiene un significado especial!", respondió Killa con alegría.

Los otros niños escucharon con atención. Yaku entonces añadió:

"Y nuestra comunidad Shuar cuida mucho de la naturaleza porque creemos que cada árbol y río tienen vida. ¡Así como ustedes cuidan de su cervecería y tradiciones!"

Los niños se dieron cuenta que a pesar de las diferencias, tenían muchas cosas en común.

"Perdón, pensamos que solo éramos diferentes. Pero en realidad, somos más parecidos de lo que creíamos!", admitió uno de los niños.

Así, la amistad se fue desarrollando entre ellos. Hicieron un juramento:

"A partir de ahora, siempre seremos amigos y aprenderemos unos de otros!"

Killa y Yaku continuaron su viaje hacia Chimborazo, felices y aliviados. Pero en el camino, encontraron un pequeño arroyo.

"¿Qué es eso?", preguntó Killa mirando el agua cristalina.

"¡Es un lugar mágico! Vamos a investigar!", sugirió Yaku.

Mientras exploraban, descubrieron un hermoso lugar lleno de flores y mariposas. En el centro había una piedra gigante cubierta de símbolos.

"¿Qué significarán estos dibujos?", preguntó Killa, intrigada.

"Creo que son historias de nuestros antepasados", respondió Yaku, observando cada detalle.

Decidieron hacer un dibujo en el suelo usando piedras y ramas, contando la historia de su aventura de amistad y diversidad.

Luego de horas disfrutando del lugar, Killa exclamó:

"¡Debemos compartir esto con los demás! Cada uno tiene su propia historia que contar."

"Sí, y podemos reunirnos con todos y contar lo que aprendimos", sugirió Yaku con entusiasmo.

Cuando llegaron a Chimborazo, se organizó una gran reunión donde cada niño de los distintos pueblos compartió su cultura, sus costumbres y sus historias.

"¡Qué lindo verlos juntos!", dijo la anciana de la montaña que antes había encontrado Killa.

"Gracias por recordarnos la importancia de unirnos en lugar de alejarnos, a pesar de nuestras diferencias", agregó Yaku.

Y así, los niños brindaron por su nueva amistad, aprendiendo que aunque venían de diferentes etnias, todos podían ser un solo coro. Desde ese día, Killa y Yaku supieron que las diferencias son lo que hace única cada cultura y que compartir es el camino hacia la verdadera amistad.

FIN.

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