El viaje de la estrella olvidada



Había una vez, en un lejano rincón del cielo, una pequeña estrella llamada Lúmina. A diferencia de las otras estrellas que brillaban con esplendor, Lúmina se sentía apagada y olvidada. Aunque intentaba brillar lo más que podía, siempre creía que no lograba encantar a los habitantes de la Tierra. Un día, Lúmina decidió emprender un viaje hacia el planeta azul para encontrar su propósito.

Al llegar a la Tierra, se encontró con un grupo de niños jugando en el parque. Lúmina, ocultándose detrás de una nube, los observaba con tristeza.

"¿Por qué no me ven?" - se preguntó. Y de pronto, recordó que había traído un poco de luz del cielo. Con un suspiro, decidió intentar brillar un poco más.

Cuando Lúmina emitió un suave destello, los niños la vieron por fin.

"¡Miren, una estrella!" - gritó Sofía, una niña curiosa.

"¿Qué hace aquí?" - preguntó Tomás, sosteniendo un cometa de papel.

Lúmina no sabía cómo responder, así que simplemente resplandeció con más fuerza. Sin embargo, no se sentía cómoda; aún creía que no era lo bastante especial. De repente, un viento fuerte sopló y desató un torbellino de hojas alrededor de los niños.

"¡Ah! ¡Ayuda!" - gritó Sofía, intentando sostener su sombrero.

"¡Se lo lleva el viento!" - exclamó Tomás, mirando sus juguetes.

Lúmina, al ver la preocupación en los rostros de los niños, decidió actuar. Se concentró y brilló con todas sus fuerzas. Con su luz, iluminó el camino y las hojas comenzaron a caer suavemente al suelo, como si estuvieran bailando. La luz también guió a los juguetes hasta los pies de los niños.

"¡Gracias, estrella!" - dijeron casi al unísono, con los ojos bien abiertos de asombro. En ese momento, Lúmina sintió que, tal vez, su luz sí importaba.

Con el tiempo, la estrella siguió mostrando su brillo. Cada vez que los niños de ese parque la miraban al anochecer, ella les enviaba un destello de alegría. Esa conexión la hacía sentir especial, pero aún había algo más que Lúmina quería probar.

Una noche, se dio cuenta de que había otros grupos de niños en otras partes de la Tierra que también necesitaban ayuda.

"¡Debo hacerlo!" - decidió Lúmina. Con toda su energía, lanzó un rayo de luz hacia el cielo, igual que un cometa, para que pudiera iluminar diferentes parques al mismo tiempo.

Pronto, Lúmina se convirtió en la guardiana de muchos parques. Cada vez que un niño necesitaba ayuda, ella estaba allí, iluminando su camino. Desde ayudar a un niño a encontrar su perro perdido, hasta guiar a un grupo de amigos en una búsqueda del tesoro, Lúmina descubrió su verdadero propósito: inspirar y hacer felices a quienes la necesitaban.

Un día, después de un largo día de aventuras, Sofía y Tomás se sentaron a mirar el cielo.

"Ojalá pudiéramos agradecerle a la estrella que nos ha ayudado tanto" - dijo Sofía.

"¡Eso haré!" - exclamó Tomás mientras sacaba un papel y un lápiz de su mochila.

Tomás escribió una carta a Lúmina. La noche siguiente, con la ayuda de un globo, la lanzó al cielo. Lúmina, al ver la carta, se sintió más feliz que nunca.

"¡Por fin me siento completa!" - jubiló la estrella.

Al final de su travesía por la Tierra, Lúmina no solo había encontrado su lugar, sino que también enseñó a los niños sobre la importancia de ayudar y nunca subestimar su propia luz.

Y así, cada noche, el cielo brillaba con la luz de Lúmina, la estrella que jamás se olvidó de su valía y el impacto que podía tener en el mundo a través de su brillo.

FIN.

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