El viaje de la Mariposa y el Gusanito
Había una vez en un prado hermoso, un gusanito llamado Lalo. Lalo era un gusanito curioso que siempre se preguntaba cuál era el sentido de la vida. Pasaba sus días cavando en la tierra, buscando respuestas a sus pensamientos. Un día, mientras exploraba el prado, se encontró con una hermosa mariposa llamada Martina. Martina era alegre, colorida y llena de vida. Ella revoloteaba de flor en flor, disfrutando de la belleza del mundo.
Lalo quedó fascinado por la actitud tan positiva de Martina y decidió acercarse a ella. -Hola, soy Lalo, ¿y tú quién eres? -preguntó el gusanito con curiosidad. -¡Hola, Lalo! Soy Martina, una mariposa aventurera y feliz -respondió la mariposa con entusiasmo.
Lalo le contó a Martina sobre sus dudas y su búsqueda del sentido de la vida. -Yo también solía sentirme así, Lalo. Pero un día descubrí que el sentido de la vida está en disfrutar cada momento, en encontrar belleza en las pequeñas cosas y en compartir amor y alegría con los demás -explicó Martina con cariño. Lalo quedó pensativo, nunca había considerado esa perspectiva.
Juntos, la mariposa y el gusanito emprendieron un viaje por el prado, explorando cada rincón y descubriendo la belleza que los rodeaba. Martina enseñó a Lalo a apreciar el brillo del sol, el aroma de las flores y la amistad de otros animalitos del prado. Poco a poco, Lalo fue transformándose, su corazón se llenó de gozo y color.
Sin embargo, un día, una tormenta amenazó con destruir el prado. Martina y Lalo buscaron refugio juntos, pero Lalo estaba asustado. -Martina, ¿qué sentido tiene disfrutar los momentos si pueden ser arruinados en un instante? -preguntó el gusanito lleno de preocupación. -Lalo, el sentido está en aprender a superar los desafíos, en encontrar fuerza y esperanza aún en los momentos difíciles -respondió la mariposa con tranquilidad.
Juntos, trabajaron para proteger el prado y a sus habitantes, demostrando valentía y solidaridad. Al final, la tormenta pasó y el prado volvió a brillar con luz propia. Lalo entendió que el sentido de la vida no era algo estático, sino que se construía día a día, enfrentando los altibajos con coraje y optimismo.
Desde ese día, Lalo y Martina compartieron sus experiencias y aprendizajes con los demás habitantes del prado, inspirando a todos con su amistad y su energía positiva. Y así, juntos, descubrieron que el sentido de la vida estaba en el amor, la alegría y la resiliencia que todos llevamos en nuestro interior.
FIN.