El viaje de la niña y el conejito



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, donde todos los habitantes vivían felices y contentos. Sin embargo, había un personaje que se sentía diferente al resto: Tristeza. Tristeza era una niña muy especial.

Tenía el cabello azul oscuro y siempre llevaba consigo una nube gris que la seguía a todas partes. Aunque intentaba ser feliz como los demás, siempre se sentía triste por dentro.

Un día soleado, Tristeza decidió aventurarse más allá de las fronteras del pueblo para buscar respuestas a su tristeza. Caminó durante horas hasta llegar a un hermoso bosque lleno de árboles frondosos y coloridos pájaros cantando en las ramas.

Mientras exploraba el bosque, Tristeza escuchó un ruido proveniente de detrás de unos arbustos. Se acercó con curiosidad y descubrió a un pequeño conejito llorando desconsoladamente. - ¿Qué te pasa, conejito? - preguntó Tristeza con ternura. El conejito sollozante levantó la cabeza y respondió:- Estoy perdido.

No encuentro mi madriguera y tengo mucho miedo. Tristeza sintió empatía por el conejito y decidió ayudarlo a encontrar su camino de regreso a casa. Juntos caminaron por el bosque, superando obstáculos y enfrentando sus miedos.

En ese momento, la nube gris que acompañaba a Tristeza comenzó a cambiar poco a poco. De repente, empezaron a aparecer pequeños rayos de sol entre las gotas de lluvia. La nube se convirtió en una mezcla de colores brillantes y suaves tonos pastel.

Tristeza y el conejito continuaron caminando hasta que finalmente encontraron la madriguera del pequeño animal. El conejito estaba tan agradecido que le dio un abrazo a Tristeza. - Gracias por ayudarme, Tristeza.

Aunque eres triste, me hiciste sentir feliz al acompañarme en mi momento difícil - dijo el conejito con gratitud. Tristeza sonrió tímidamente y respondió:- Me alegra haber podido ayudarte. A veces, podemos encontrar la felicidad incluso en los momentos más tristes si nos apoyamos mutuamente.

El conejito comprendió el mensaje de Tristeza y prometió recordarlo siempre. Juntos regresaron al pueblo Alegría, donde todos los habitantes se sorprendieron al ver a Tristeza luciendo un aura de colores radiantes.

Desde aquel día, Tristeza descubrió que su propósito no era ser como los demás habitantes del pueblo, sino ayudar a quienes necesitaban consuelo y comprensión. Se convirtió en la confidente de niños y adultos que buscaban alguien con quien compartir sus pensamientos más profundos.

A medida que pasaba el tiempo, cada vez más personas llegaban a buscar a Tristeza para recibir su ayuda y consejo.

De esta manera, ella demostró que aunque estemos tristes o diferentes, siempre podemos hacer una diferencia positiva en la vida de los demás. Y así fue como Tristeza transformó su propia tristeza en esperanza y alegría para todos aquellos que cruzaban su camino. Fin

FIN.

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