El viaje de la nube alegre
En un cielo despejado y brillante, vivía una nube llamada Nuba. Era una nube alegre, siempre sonriendo y jugando con el viento. Nuba disfrutaba de su vida, pero a menudo miraba hacia la tierra y se preguntaba qué habría más allá del cielo.
Un día, mientras jugueteaba con su amigo el viento, sintió un impulso especial.
"¡Hoy quiero hacer algo diferente! Quiero visitar la tierra y ver cómo es vivir allí", dijo Nuba con emoción.
"Pero Nuba, ¿estás segura? El aire aquí es tan ligero y divertido. La tierra puede ser muy diferente", respondió el viento, un poco preocupado.
Nuba, con su espíritu aventurero, no se dejó desanimar.
"¡Voy a probar!", exclamó, mientras comenzaba a bajar en picada hacia el suelo.
Cuando finalmente llegó a la tierra, Nuba se sintió fascinada por todo lo que veía. Pero pronto se dio cuenta de que no todo era tan fácil como parecía. Las flores estaban sedientas y los árboles parecían cansados.
"¡Hola!", dijo Nuba a una flor marchita. "¿Por qué te ves tan triste?"
"No he recibido agua en mucho tiempo. Me siento débil y sin vida", respondió la flor con una voz apagada.
Nuba sintió un fuerte deseo de ayudar.
"¡Puedo hacerlo! Soy una nube, puedo traer lluvia a la tierra", proclamó con determinación.
Pero cuando intentó hacer llover, se dio cuenta de que no podía hacerlo sola. Necesitaba a sus amigos del cielo. Con su alegría contagiosa, comenzó a llamar a otras nubes cercanas.
"¡Ayúdenme! La tierra necesita lluvia, y yo no puedo hacerlo sola!", gritó Nuba, mientras sus amigas nubes llegaban a su lado.
"¡Claro que sí! Juntas podemos hacer una lluvia maravillosa", dijeron las nubes, uniendo sus esfuerzos.
Formaron un gran grupo y, al unísono, comenzaron a soltar sus gotas. Pequeñas y grandes, las gotas de lluvia cayeron sobre la tierra, alegrando las flores y refrescando los árboles.
"¡Gracias, Nuba! ¡Gracias a todas! ¡Ahora me siento viva de nuevo!", dijo la flor, mientras sus pétalos se erguían en alegría.
"¡Esa es la parte más hermosa de ser una nube! ¡Poder dar vida!", exclamó Nuba, llena de felicidad.
Sin embargo, no todo estaba resuelto. Había un gran desierto no muy lejos de allí que también necesitaba ayuda. Nuba miró hacia allá y vio cómo el sol abrasaba la tierra seca y polvorienta.
"Chicas, ¡hay que ir al desierto! Aquí hay vida, pero allá hay un lugar abandonado que necesita nuestra ayuda también", sugirió Nuba.
"¡Sí! ¡Vamos!", respondieron las nubes emocionadas.
Así que, una vez más, Nuba guió a sus amigas hacia el desierto. Cuando llegaron, el aire estaba caluroso y quieto. Las criaturas del desierto estaban somnolientas, buscando sombra bajo las pocas plantas que quedaban.
"¡Nosotros podemos ayudarlos!", dijo Nuba. Al escuchar eso, las nubes se agruparon nuevamente.
"¡A la cuenta de tres, todas juntas!", propusieron las nubes.
"Uno...", comenzó Nuba.
"Dos...", continuaron las nubes.
"¡Tres!", gritaron y empezaron a dejar caer gotas de lluvia.
El desierto comenzó a recibir agua por primera vez en mucho tiempo. Las plantas, sorprendidas, comenzaron a florecer muy rápido. Las criaturas del desierto comenzaron a salir y bailar, agradecidas por la lluvia que caía del cielo.
"¡Gracias, nubes! ¡Gracias, Nuba! ¡Ahora tenemos vida!", gritaban los habitantes del desierto.
Nuba estaba emocionada. Por fin, había encontrado su propósito: ayudar a la tierra y compartir su alegría con todos.
Con el corazón lleno de felicidad, Nuba decidió que su viaje no había terminado. Había más lugares y seres que necesitaban un toque de alegría. Por eso, con una gran sonrisa, miró al cielo.
"¡Voy a seguir viajando! ¡Hay mucho más por descubrir y ayudar!", dijo Nuba, mientras comenzaba a elevarse nuevamente.
Mientras se deslizaba por el cielo, Nuba sabía que siempre podría contar con el apoyo de sus amigas nubes y el viento. Juntas, podían hacer del mundo un lugar mejor, lleno de vida y alegría.
Así, la nube alegre emprendió su viaje, dejando una estela de sonrisas y esperanza en la tierra, recordando siempre que la verdadera felicidad se encuentra al ayudar a los demás.
FIN.