El viaje de la nube curiosa
Había una vez, en lo alto del cielo azul, una nube llamada Cielo. A diferencia de las otras nubes que pasaban su tiempo acumulando agua para llover, Cielo tenía un gran deseo en su corazón: quería conocer el mundo. Un día, mientras observaba el paisaje desde lo alto, decidió que era momento de dejar su hogar y vivir nuevas aventuras. Con una suave ráfaga de viento, Cielo emprendió su viaje.
Mientras descendía hacia la tierra, vio un hermoso bosque lleno de árboles verdes y animales que jugaban. ¡Era un lugar mágico! Pero de repente, Cielo oyó un grito fuerte.
- ¡Ayuda! -exclamó un pequeño ciervo atrapado entre unas ramas caídas.
Cielo no dudó. Se acercó lo más que pudo y dijo:
- No te preocupes, pequeño ciervo. Voy a ayudarte.
Con un suave soplo, Cielo levantó las ramas y liberó al ciervo, que brincó felizmente.
- ¡Gracias, nube amistosa! -dijo el ciervo, sus ojos brillando de gratitud. - Mi nombre es Rayo. ¿Podés quedarte un poco más? Hay muchos animales que podrían necesitar tu ayuda.
Cielo sonrió, encantada de poder hacer amigos y ayudar. Desde ese momento, Rayo guió a Cielo a través del bosque. Ayudaron a un pájaro que no podía volar porque tenía una rama enredada en su ala y dieron sombra a un grupo de conejos que tenían mucho calor bajo el sol ardiente.
Pero, mientras Cielo ayudaba a los otros, empezó a notar que algo no estaba bien. Había un lugar en el bosque que lucía triste y seco.
- ¿Qué pasa con esa parte del bosque? -preguntó Cielo, señalando un rincón lejano.
Rayo, con un suspiro, respondió:
- Esa es la zona donde el río se ha secado. Sin agua, las plantas se están muriendo y los animales no tienen para beber.
Cielo sintió un nudo en su corazón. ¿Cómo podía ayudar a todos sin agua? Entonces, tuvo una idea.
- Si puedo recoger más vapor de agua del océano, podría volver y llover aquí -dijo emocionada.
Rayo saltó de alegría:
- ¡Sí! ¡Sería maravilloso! Pero, ¿cómo harás para ir al océano?
Cielo pensó por un momento y luego replicó:
- Creo que puedo usar el viento para que me lleve. ¡Vamos juntos!
Así, Cielo y Rayo se despidieron del bosque y se dirigieron hacia la costa. Una vez allí, Cielo se llenó de vapor y contenta emprendió el regreso.
Al llegar al bosque, Cielo se posicionó sobre la zona seca. Con un gran esfuerzo, comenzaron a caer gotas de agua fresca y limpia.
- ¡Lluvia! -gritaban los animales, saltando de felicidad. Las plantas, con sed, se abrieron para recibir el agua deliciosa.
Cielo estaban feliz de ver cómo la vida regresaba al bosque. Sin embargo, cuando la lluvia paró, notó que no solo había ayudado a los demás, sino que también había aprendido el valor de la amistad y la generosidad. Al mirar a Rayo, dijo:
- No solo soy yo la que ayuda. Juntos somos más fuertes. Este bosque está vivo gracias a todos.
Rayo le dio un abrazo al aire:
- ¡Eres la mejor amiga que alguien podría desear! Te hemos encontrado un lugar especial en nuestros corazones.
Después de un tiempo, Cielo decidió que era hora de volver al cielo, aunque nunca se olvidaría de sus amigos. Antes de irse, prometió regresar siempre que pudiera. Cada vez que los animales veían una nube con forma de corazón, sabían que era Cielo, mirándolos desde el cielo, dispuesta a ayudarles otra vez.
Y así, la nube curiosa continuó su viaje por el mundo, llevando ayuda y amor allá por donde iba, siempre recordando que la verdadera magia se encuentra en la amistad y la generosidad. Y en cada rincón del bosque, resonaba el eco de una nueva amistad.
Fin.
FIN.