El viaje de la pequeña mariposa


Había una vez un niño llamado Emilio, que siempre se mostraba muy serio y callado. Aunque era muy inteligente y creativo, tenía dificultades para expresar sus emociones. Sus padres, preocupados por esto, decidieron buscar formas de ayudarlo.

Un día, mientras Emilio jugaba en el parque, se encontró con un viejo árbol de aspecto misterioso. El árbol parecía tener vida propia y le habló a Emilio con su voz suave y tranquila. "Hola, pequeño amigo.

¿Qué te trae por aquí?"- preguntó el árbol. Emilio quedó sorprendido al escuchar al árbol hablar y decidió responderle:"Hola señor árbol. Estoy tratando de aprender a expresar mis emociones pero no sé cómo hacerlo".

El viejo árbol sonrió comprensivamente y dijo:"Entiendo tu problema, querido Emilio. Las emociones son como hojas en el viento; vienen y van sin previo aviso. Pero debes recordar que es importante darles espacio para respirar".

Emilio asintió con la cabeza sin entender del todo lo que el árbol quería decir. "Permíteme contarte una historia", propuso el viejo árbol. "Hace muchos años vivía aquí un pajarito llamado Pepito. Era tan tímido que nunca cantaba en presencia de otros pájaros".

Emilio se sintió identificado con Pepito e instintivamente supo que había algo valioso en esa historia. "Un día, Pepito descubrió una hermosa flor cerca de su nido", continuó el árbol.

"La flor era tan colorida y alegre que Pepito sintió una emoción muy fuerte en su corazón. Quiso cantarle a la flor para expresar su alegría, pero no podía". Emilio estaba cada vez más interesado en la historia del árbol y deseaba saber cómo Pepito había superado su timidez.

"Entonces, un día Pepito decidió que debía enfrentar sus miedos", continuó el árbol. "Se subió a la rama más alta de un árbol cercano y comenzó a cantar con todas sus fuerzas.

A medida que cantaba, las hojas del árbol vibraban al sonido de su melodía". Emilio imaginaba la escena en su mente y se emocionaba al pensar en cómo Pepito había encontrado una forma de expresarse.

"Desde ese día, Pepito comprendió que debía dejar salir sus emociones sin importar lo que los demás pensaran", concluyó el viejo árbol. "Y así es como aprendió a expresarse plenamente". Emilio se sintió inspirado por la historia del pajarito valiente y decidió seguir su ejemplo.

Comenzó a escribir en un diario todas las emociones que sentía durante el día: alegría, tristeza, enfado o miedo. También empezó a hablar con sus padres sobre cómo se sentía y poco a poco fue ganando confianza para expresarse abiertamente.

Con el tiempo, Emilio descubrió que todos tenemos emociones y que es importante compartirlas para crecer como personas. Ya no era el niño serio y callado de antes; ahora era alguien capaz de comunicarse con los demás desde el corazón.

Y así, Emilio aprendió que las emociones son como hojas en el viento: vienen y van sin previo aviso, pero si les das espacio para respirar, te permiten crecer y ser feliz.

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