El viaje de la rana hambrienta


En un hermoso bosque vivía una rana curiosa y muy hambrienta llamada Renata. Renata siempre había soñado con explorar el mundo más allá del bosque, pero tenía un problema: nunca podía comer. Cada vez que intentaba atrapar una deliciosa mosca o un suculento gusano, algo ocurría que la dejaba con el estómago vacío. Un día, decidió emprender un viaje para encontrar una solución a su problema. "No puedo seguir así, siempre con hambre y sin poder disfrutar de un buen bocado. Voy a buscar ayuda", pensó Renata mientras se adentraba en el bosque.

Durante su viaje, Renata conoció a varios animales que intentaron ayudarla. El sabio búho le sugirió que visitara al misterioso sapo en el estanque de nenúfares, ya que decía tener la respuesta a su problema. En el camino, se topó con una ardilla traviesa que le ofreció nueces, pero Renata sabía que no podía satisfacer su apetito con frutos secos. Llegando al estanque, el sapo le contó sobre una planta mágica que crecía en lo más profundo del bosque y que, según la leyenda, podía conceder un deseo a quien la encontrara. Renata, llena de esperanza, se dispuso a emprender una aventura hacia lo desconocido.

El camino no fue fácil para Renata. Se enfrentó a obstáculos como ríos caudalosos, montañas escarpadas y la oscuridad de la noche. A pesar de todas las dificultades, Renata se mantuvo firme en su determinación de encontrar la planta mágica. Finalmente, después de mucho esfuerzo, Renata llegó al lugar indicado por el sapo y encontró la planta resplandeciente. Al acercarse, una voz misteriosa le dijo que solo podía conceder un deseo si ese deseo era desinteresado. "Yo deseo que todos los animales del bosque nunca más pasen hambre", exclamó Renata sin dudarlo.

De repente, la planta comenzó a brillar intensamente y una lluvia de semillas mágicas cayó sobre todo el bosque. Al instante, el bosque se llenó de frutos jugosos, plantas nutritivas y animales vivaces. Renata se dio cuenta de que no necesitaba comer para ser feliz, ya que ayudar a los demás le brindaba una satisfacción mucho mayor. Desde ese día, Renata se convirtió en la rana más querida del bosque, siempre dispuesta a ayudar a sus amigos y compartiendo la abundante comida que la planta mágica proporcionaba.

Y así, la valiente Renata descubrió que la verdadera felicidad no siempre proviene de satisfacer tus propios deseos, sino de hacer el bien a los demás.

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