El viaje de las emociones



Valentina era una niña muy especial. A diferencia de otros niños, a ella le costaba controlar sus emociones.

A veces se ponía tan contenta que saltaba y reía sin control, y otras veces se ponía tan triste que no quería hablar con nadie. Además, el miedo, la furia y el desagrado también aparecían en ella de manera intensa y descontrolada. Un día, Valentina decidió emprender un viaje para aprender sobre el mundo de las emociones y cómo controlarlas.

En su viaje, conoció a la alegre Lucía, quien le enseñó lo maravilloso que era sentir alegría, pero también le mostró que demasiada alegría podía cegarla y hacerla actuar sin pensar.

Luego, se encontró con Mateo, un niño muy comprensivo, que le contó cómo la tristeza podía ayudarla a comprender las situaciones difíciles y a pedir ayuda, pero también le advirtió sobre caer en la tristeza profunda que no la dejara ver la luz al final del túnel.

Así, Valentina siguió su viaje y conoció a Teresa, una valiente niña que le enseñó a enfrentar sus miedos y a encontrar el valor dentro de ella, pero también le mostró que el temor excesivo podía paralizarla.

Más adelante, conoció a Federico, quien le demostró que la furia podía ser una energía poderosa para defender lo que uno quiere, pero también le reveló lo destructiva que podía ser si no la controlaba.

Por último, Valentina se topó con Elena, una niña tranquila que le enseñó que el desagrado podía protegerla de situaciones peligrosas, pero que también debía aprender a ver el lado positivo de las cosas.

Al final de su viaje, Valentina comprendió que todas las emociones tenían su lado bueno y su lado malo, pero que lo importante era aprender a equilibrarlas y controlarlas. Regresó a casa con nuevas técnicas para regular sus emociones, y poco a poco, fue encontrando el equilibrio emocional que tanto ansiaba.

FIN.

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