El viaje de las emociones


En un pequeño pueblo de Argentina, en la escuela Los Tilos, la maestra Anita era conocida por su alegría y entusiasmo. Un día, mientras enseñaba matemáticas, notó que algunos de sus alumnos estaban alegres, otros tristes y algunos enojados.

Decidió hacer una pausa en la lección y se sentó frente a todos. '-Chicos, hoy quiero hablarles de las emociones', comenzó la maestra Anita.

Les explicó que todos tienen diferentes emociones y que está bien sentirse alegre, triste, enojado o cualquier otra emoción. '-Lo importante es aprender a manejarlas', les dijo. Entonces, propuso a sus alumnos un viaje por el Jardín de las Emociones, un lugar mágico donde podrían descubrir y aprender a controlar sus emociones.

Los niños se emocionaron y la maestra Anita les pidió que cerraran los ojos y se imaginaran en el jardín. En ese momento, cada niño visualizó un paisaje diferente: algunos veían colores brillantes, otros, tonos oscuros, y otros veían fuego y tormenta.

La maestra Anita les explicó que cada paisaje representaba una emoción, y que debían aprender a encontrar el equilibrio. Juntos, recorrieron el jardín, ayudando a cada niño a comprender y controlar sus emociones.

A medida que avanzaban, los paisajes se volvían más armoniosos y equilibrados. Al final, los niños se dieron cuenta de que cada emoción tenía su lugar y su importancia, pero que debían aprender a manejarlas para sentirse mejor.

La maestra Anita les recordó que, como en el jardín, en la vida real también podían buscar equilibrio en sus emociones.

Desde ese día, los niños de la escuela Los Tilos aprendieron a reconocer y controlar sus emociones, y la maestra Anita siguió enseñando con su alegría contagiosa, con la certeza de que había sembrado una semilla de emociones saludables en el corazón de sus alumnos.

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