El Viaje de las Estrellas
Había una vez en un pequeño pueblo de Perú un niño llamado Mateo. Mateo era un gran amante de las estrellas y pasaba horas observándolas desde su ventana. Cada noche, se asomaba y soñaba con viajar al espacio, visitar nuevos planetas y conocer seres de otros mundos. Su mayor deseo era descubrir la Estrella de Arsenal, un lugar del que había escuchado en historias antiguas, donde las estrellas brillaban más que en cualquier otro lugar.
Un día, mientras miraba el cielo, Mateo notó algo extraño: una estrella que siempre había estado allí parecía más brillante de lo habitual. "¿Qué será eso?", se preguntó. Esa noche, decidió ir en búsqueda de la Estrella de Arsenal. Pero para ello, necesitaba la ayuda de sus amigos: Clara, una niña curiosa y valiente, y Nicolás, un gran inventor que siempre estaba construyendo cosas.
"¡Clara! ¡Nicolás! ¡Tengo un plan!", exclamó Mateo cuando los reunió.
"¿Para qué?", preguntó Clara con su voz llena de entusiasmo.
"Vamos a construir un cohete y viajar a la Estrella de Arsenal", dijo Mateo con ojos brillantes.
"¿Un cohete? ¿Pero eso es muy difícil!", respondió Nicolás dudoso.
"No si unimos fuerzas y trabajamos en equipo", insistió Mateo.
Decididos a emprender la aventura, los tres amigos se pusieron a trabajar. Juntaron materiales del taller de Nicolás, que incluía viejas cajas, tubos de cartón, y luces de colores. Después de varias semanas de trabajo y un montón de risas y complicaciones, lograron construir un cohete que, aunque un poco torcido, era el más bonito del mundo para ellos.
"Listos para despegar", dijo Clara emocionada mientras se acomodaban en su ingeniosa nave. Y así fue como aquel día, con un gran conteo regresivo, Mateo, Clara, y Nicolás comenzaron su aventura. "¡Tres, dos, uno, ¡despegue!", gritaron al unísono.
El cohete comenzó a elevarse y, para su asombro, volaron más alto de lo que jamás imaginaron. Todos los colores del universo pasaban rápidamente ante sus ojos y, de pronto, aterrizaron en un planeta lleno de estrellas danzantes y nubes de neón. "¡Esto es increíble!", gritó Mateo. "Miren esas estrellas, parecen bailar en el cielo", agregó Clara.
Comenzaron a explorar aquel planeta misterioso, y mientras lo hacían, se encontraron con unas criaturas luminosas que parecían estrellas vivientes. "¡Hola!", saludó una de ellas, "somos las Estrellas de Arsenal. Hemos estado esperando a alguien como ustedes".
"¿A nosotros?", preguntó Nicolás, curioso. "Sí, porque ustedes tienen el corazón lleno de sueños y coraje. Pueden ayudarnos a mantener el brillo de nuestras estrellas", respondió la estrella que se presentó como Astra.
Mateo, Clara y Nicolás no podían creer lo que escuchaban. "¿Cómo podemos ayudarles?", preguntó Mateo con determinación. "Nuestra luz se ha apagado un poco porque muchos han dejado de creer en sus sueños. Necesitamos que ustedes reacenden esa esperanza en todos los habitantes del planeta Tierra", explicó Astra.
Los amigos se miraron con complicidad y aceptaron el reto. Cada uno se llenó de fuerzas para regresar a su pueblo y contarles a todos sobre las Estrellas de Arsenal y la importancia de nunca dejar de soñar.
Al regresar a casa, empezaron a compartir su historia en todos los rincones del pueblo. "¡Los sueños son tan grandes como uno decide que sean!", decía Clara en las plazas. "¡Siempre hay que creer!", añadía Nicolás mientras mostraba a todos su cohete.
Poco a poco, más y más niños comenzaron a soñar y a crear, inspirados por las historias de Mateo y sus amigos. Así, la luz de las Estrellas de Arsenal brilló con más fuerza, recordando a todos que los sueños, con amor y trabajo en equipo, pueden volar tan alto como uno se atreva.
El tiempo pasó, y aunque Mateo, Clara, y Nicolás siguieron teniendo su propio camino, siempre se recordaron unos a otros y la aventura que vivieron. Nunca olvidaron que las estrellas brillan más intensamente cuando uno está dispuesto a soñar y a compartir su brillo con los demás.
FIN.