El viaje de Leo



Era un día soleado en la ciudad de Colibrí, donde los niños jugaban en la plaza. Entre ellos estaba Leo, un pequeño con ojos brillantes y una imaginación desbordante. A pesar de ser un niño feliz, Leo tenía una forma particular de ver el mundo. A veces, prefería estar solo, creando mundos mágicos con sus juguetes. Sus amigos no siempre comprendían por qué a Leo le gustaba más observar a las nubes que jugar al fútbol.

Un día, mientras Leo estaba en el jardín de su casa, su mamá, la señora Clara, se acercó a él.

"¿Qué haces, Leo?"

"Estoy imaginando que las nubes son de algodón de azúcar. ¡Uno tiene que tener buen cuidado para no caerse al dulce mundo!"

"Eso suena divertido, pero deberías salir y jugar con tus amigos, ¿no?"

Clara, aunque amaba a su hijo, no comprendía por qué Leo a veces se alejaba de las actividades que disfrutaban otros niños. Así pasaron los días en Colibrí, con Leo inmerso en su mundo especial, mientras Clara se preocupaba, pensando que su hijo era diferente, pero sin poder identificar por qué.

Un día, la profesora de Leo, la señorita Ana, invitó a todos los padres a una reunión.

"Queridos padres, quiero hablarles sobre el desarrollo de nuestros niños. Cada uno tiene su propia manera de aprender y expresarse"

La señora Clara, que estaba muy interesada, escuchó atentamente.

"A veces, los niños pueden mostrarse diferentes. Es fundamental que los padres estén atentos. Leo, en particular, tiene un estilo único que merece ser valorado"

Al escuchar esto, Clara se inquietó.

"¿Se refiere a que algo no está bien con mi hijo?"

En la reunión, algunos padres hicieron preguntas.

"Pero ¿qué hay de malo en ver las nubes? Yo también lo hago de vez en cuando"

"¡Sí! Eso es normal, ¿no?"

Clara sentía que todos se estaban preocupando por cosas poco importantes.

Al llegar a casa, Clara decidió hablar con Leo.

"Leo, algunos dicen que hay algo extraño en cómo ves el mundo, que eres distinto. ¿Por qué no te gusta jugar muchas veces?"

"Mamá, es que el cielo me habla. Las nubes me cuentan historias de dragones y princesas. Me gusta escuchar sus secretos"

La señora Clara se sentó junto a su hijo y lo miró a los ojos.

"Pero, querido, a veces las historias son más divertidas cuando las cuentas con amigos"

"¿Pero ellos no ven lo que veo yo?"

En ese momento, Clara sintió un nudo en el estómago. Su hijo no encajaba en el molde que ella había imaginado. Decidió que debía entender mejor a Leo. Al día siguiente fue a hablar con la señorita Ana.

"Quiero aprender más sobre cómo podemos ayudar a Leo"

"Esto no se trata de un problema. Es solo una forma diferente de vivir y sentir. Lo importante es darle su lugar y apoyo en su viaje"

Decidida, Clara comenzó a investigar. Se dio cuenta que Leo tenía un estilo único de percibir y comunicar sus emociones. Entonces un día, Clara tuvo una idea.

"Leo, ¿quieres crear un club de nubes?"

"¿Un club? Eso suena increíble. ¿Qué haremos?"

"Invitar a tus amigos a ver las nubes y contar las historias que se les ocurran"

"¡Eso sería genial!"

Así nació el Club de Nubes en el jardín de la casa de Leo. Al principio, algunos niños llegaron reacios, pero al ver cómo Leo y su mamá se divertían, pronto se unieron. Aquella tarde, entre risas y juegos, los niños se tumbaron en el césped y miraron al cielo.

Cada uno comenzó a contar lo que veía.

"Esa nube parece un dragón"

"Y esa otra, ¡una pirámide!"

Leo, encantado, participó.

"¡Cuenten más! Cada nube trae consigo un secreto que debemos descubrir"

Los días pasaron y el Club de Nubes creció. Clara observó que los niños, cada vez más, jugaban juntos, comprendiendo la forma especial en que Leo veía las nubes. La señora Clara sonreía, los pequeños aprendieron a aceptarse entre ellos, apreciando sus diferencias.

Un día, Leo se dio cuenta de algo especial.

"Mamá, creo que no estoy solo en esto. Mis amigos también tienen su estilo“

- “Sí, mi amor. Cada uno de ustedes es único y eso es lo que hace que todo sea especial"

Y así fue como, gracias a la comprensión de Clara, el club no solo ayudó a Leo a ser aceptado, sino a que todos los chicos en Colibrí aprendieran que ser diferente es algo maravilloso. Al final, el jardín se convirtió en un lugar donde cada nube representaba un nuevo cuento.

Y desde entonces, cada vez que alguien miraba al cielo, recordaba que, aunque todos vean algo diferente, cada mirada tiene su propia belleza.

FIN.

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