El viaje de Leo
Era una hermosa mañana en París, y Leo, un niño de diez años, estaba emocionado por conocer la ciudad de la luz. Tenía su tablet en la mochila, llena de aplicaciones para explorar el lugar, y un mapa digital que había descargado.
"¡Mamá, voy a usar el mapa para encontrar la Torre Eiffel!" - le dijo a su mamá, que lo acompañaba.
"¡Ten cuidado, Leo! No te alejes demasiado." - le respondió.
Leo se adentró en las pintorescas calles y siguió las indicaciones de su tablet. Cada vez que encontraba un sitio interesante, tomaba fotos y las compartía con sus amigos.
"Mira esto, amigos. ¡Estoy en el Centro Pompidou!" - publicó en sus redes sociales.
Siguiendo su curiosidad, se desvió un poco de la ruta. Al principio, se sentía contento al explorar, hasta que se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Miró su tablet, y la pantalla comenzaba a parpadear.
"No, no, no... Esto no puede estar pasando" - pensó, mientras los emojis de carga aparecían y desaparecían.
Al intentar reiniciar la tablet, Leo se dio cuenta de que estaba completamente perdido. Las calles ahora se veían demasiado parecidas y no reconocía nada. Se sentó en un banco cercano y empezó a preocuparse.
"Esto es un desastre. ¿Qué hago ahora?" - se dijo a sí mismo.
Un pequeño perrito se acercó a él, moviendo la cola y mirándolo con curiosidad. Leo sonrió un poco al ver al perrito, pero su preocupación seguía presente. En ese momento, una anciana, que paseaba con su nieta, se le acercó.
"Bonjour, petit! Tu pareces perdido" - dijo la anciana.
"Sí, mi tablet se quedó sin batería y no sé cómo regresar. Intentaba llegar a la Torre Eiffel."
"No te preocupes, puedo ayudarte. Soy Marie, y esta es mi nieta, Sophie. ¿Quieres que te llevemos?"
Leo asintió con alegría. La anciana le explicó sobre muchas cosas mientras caminaban.
"¿Sabías que la Torre Eiffel mide más de mil metros? ¡Es como 300 niños apilados!" - le decía mientras caminaban.
Después de unos minutos conversando, Leo sintió que el mundo no era tan malo después de todo. De repente, Leo se detuvo.
"Esperen... ¿dónde está mi tablet?" - exclamó, mirando su mochila.
"¿No está ahí?" - preguntó Sophie, mirando la mochila.
"No... ¡la dejé en el banco!" - Leo se sintió angustiado.
"No te preocupes, vamos a buscarla. ¡Corre!" - dijo Marie, y todos comenzaron a correr de regreso.
Al llegar al banco, encontraron la tablet, aun allí, asomándose un poco entre los objetos. Leo soltó un suspiro de alivio.
"¡La encontré! Gracias, Marie y Sophie!" - grito Leo emocionado.
"Ahora que tienes tu tablet, busca la Torre Eiffel nuevamente. ¡Vamos!" - sugirió Marie.
Con su tablet cargando una vez más, Leo pronto localizó su destino. La anciana y su nieta lo acompañaron hasta la Torre Eiffel, donde Leo quedó maravillado.
"¡Guau, es gigante!" - exclamó Leo, mirando hacia arriba.
"¿Ves, pequeño? A veces perderse lleva a grandes aventuras." - dijo Marie, sonriendo.
Leo tomó muchas fotos, y cuando regresó a su casa, les contó a sus amigos todo lo que había vivido. Aprendió que, aunque la tecnología es útil, nunca está de más tener a alguien que nos ayude. La próxima vez que salga a explorar, prometió siempre decirle a su mamá a dónde iba y no alejarse tanto. Finalmente, se dio cuenta de que la verdadera aventura había sido la gente que conoció en el camino.
"¡Gracias, París! ¡Hasta la próxima aventura!" - gritó Leo mientras se despedía de la ciudad.
FIN.