El Viaje de Leo el León



Había una vez, en una selva llena de aventuras, un joven león llamado Leo. Leo quería salir de su cueva y llegar al gran río para beber agua, pero había muchas decisiones que tomar. Era un día soleado y el aire fresco lo motivaba a salir.

Antes de salir, Leo se paró frente a la entrada de su cueva y se dijo:

"Hoy es el día perfecto para una aventura. Necesito agua, y el gran río está justo al otro lado de la selva."

Leo respiró hondo y se lanzó a la aventura. Caminó feliz, pero pronto se encontró con un cruce de caminos.

"Hmm, a la izquierda parece que hay más sombra, pero a la derecha se ve un sendero más claro. ¿Qué debería hacer? ¿Debo elegir el camino de la sombra o el del sol?"

Después de pensar un momento, decidió seguir el sendero de la sombra, creyendo que sería más cómodo.

Mientras avanzaba, se encontró con Lola, la tortuga.

"Hola, Leo. ¿A dónde vas?"

"¡Hola, Lola! Voy al río a beber agua. Elegí el camino de la sombra. ¿Tú qué haces aquí?"

"Yo voy despacito. He aprendido que a veces hay que tomarse su tiempo. ¡Cuida con los peligros!"

Leo asintió, mientras continuaba su camino. Sin embargo, al poco tiempo, se dio cuenta de que había una gran enredadera que bloqueaba el sendero.

"Oh, no puedo pasar por aquí. No quiero darme la vuelta, pero tampoco sé cómo atravesar esta enredadera. Necesito pensar en una solución."

Recordó lo que Lola le había dicho y decidió buscar una alternativa. Se alejó del camino y encontró un hueco por donde podría pasar. Con ingenio, se deslizó cuidadosamente.

"¡Eso estuvo cerca! Pero ahora estoy más cerca del río. ¡Vamos, Leo!"

Continuó su viaje, y luego de un rato, sintió hambre. Los árboles frutales estaban llenos de deliciosas frutas.

"Voy a comer un poco. Pero... ¿debería arriesgarme a escalar el árbol o mejor sigo adelante?"

Recordó que había otros animales que también podrían estar buscando esas frutas. Así que decidió seguir su camino hacia el río, dejando las frutas para otra ocasión.

Finalmente, después de caminar un rato más, oyó un sonido en el suelo. Miró hacia abajo y vio una serpiente, que parecía estar atrapada en una red.

"¡Hola! Soy Leo, el león. ¿Puedo ayudarte?"

"Hola, Leo. Yo soy Selina, la serpiente. Me atraparon en esta red. ¡Ayúdame, por favor!"

Leo sintió un impulso de ayudar, pero recordó que algunas serpientes pueden ser peligrosas. Aun así, decidió confiar en su instinto. Utilizando sus garras, comenzó a rasgar la red.

"¡Ya casi! ¡Solo un poco más!"

"Gracias, Leo. Eres muy valiente, y prometo no hacerte daño. A cambio, te llevaré a un atajo hacia el río."

Leo se sintió aliviado al escuchar eso. Pronto, Selina lo guió por un sendero que nunca había visto.

Al llegar al gran río, Leo tomó un largo sorbo de agua fresca y se sintió satisfecho.

"¡Eso fue un gran viaje! Gracias Selina. ¿Te gustaría unirte a mí cada vez que venga al río?"

"Claro, sería genial. ¡Eres un buen amigo!"

Leo aprendió algo importante en su aventura: a pesar de los obstáculos y decisiones difíciles, siempre es mejor ayudar a los demás y mantenerse fiel a uno mismo. Con el estómago lleno de nuevas experiencias y un corazón contento, Leo regresó a su cueva, listo para nuevas aventuras.

Y así, la selva volvió a llenarse de risas y alegría, con Leo y Selina disfrutando de su amistad. La próxima vez, Leo explorará un nuevo camino, siempre dispuesto a aprender más sobre el mundo que lo rodea.

FIN.

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