El Viaje de Leo hacia el Sentido de la Vida



Había una vez un joven llamado Leo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Aunque tenía una familia amorosa y amigos divertidos, Leo sentía que algo le faltaba en su vida. Un día, mientras caminaba por el bosque, decidió que era hora de encontrar el sentido de su existencia.

"¿Por qué no tengo un propósito? !" - se preguntaba Leo mientras se adentraba entre los árboles.

Mientras caminaba, Leo encontró a una anciana sentada en una roca. Ella tejía una colorida bufanda y, al ver a Leo, lo miró con una sonrisa.

"Hola, joven viajero. ¿Qué te trae por aquí?" - dijo la anciana.

"Estoy buscando el sentido de mi vida, pero no sé por dónde empezar" - respondió Leo con un tono de frustración.

La anciana dejó de tejer y dijo: "A veces, el sentido de la vida está en las cosas más simples. ¿Te gustaría acompañarme a explorar?"

Leo asintió con entusiasmo y juntos comenzaron a caminar por el bosque. A medida que avanzaban, Leo observaba a su alrededor. De pronto, escucharon el canto de un ave.

"¿Ves esa ave?" - preguntó la anciana. "Ella canta porque siente alegría en su corazón. No necesita más para ser feliz".

Leo sonrió, pero todavía se sentía confundido. Entonces, decidieron detenerse en un claro donde había un hermoso arroyo.

"Aquí, el agua fluye sin prisa, como la vida misma. A veces, hay que dejarse llevar y confiar en el camino" - explicó la anciana mientras lanzaba una piedrita al arroyo.

"Pero yo quiero saber exactamente cuál es mi propósito" - insistió Leo.

"Los propósitos no siempre son claros, querido. Puede que debas explorar distintas cosas para encontrarlos. Vamos a ver cuántas flores hay en este prado" - sugirió la anciana, señalando un campo lleno de coloridas flores.

Comenzaron a contar las flores y se dieron cuenta de que había muchas variedades: algunas eran grandes y otras pequeñas, algunas olían dulce y otras tenían colores muy llamativos.

"Cada flor es única y tiene su propia belleza. Quizás tu propósito es encontrar lo que te hace sentir bien, como cada flor lo hace por ser quien es" - comentó la anciana.

Leo se animó un poco con esa idea, pero todavía no estaba del todo convencido. Continuaron su camino y llegaron a un árbol enorme que parecía tocar el cielo.

"Mira este árbol tan fuerte y grande - dijo la anciana-. Todos los años crece un poco más. No crece de la noche a la mañana, pero lo hace sin apuros. Cada día crea más hojas y ramas, así es la vida. Lo importante es seguir creciendo, sin importar el ritmo".

Leo, intrigado, se sentó a la sombra del árbol. "¿Y qué pasa si no sé cómo crecer?" - preguntó.

"Puedes empezar por probar cosas nuevas. Nunca sabes qué te puede gustar. ¿Te gustaría pintar? ¿O tal vez aprender a tocar un instrumento?" - sugirió la anciana.

"Recuerdo que me gustaba dibujar de pequeño, pero hace tiempo que no lo hago" - dijo Leo pensativo.

La anciana sonrió y le dio un pequeño cuaderno de notas que había traído. "Aquí tienes, comienza a dibujar. Hazlo por el placer de hacerlo, no por buscar un resultado".

Leo tomó el cuaderno y después de un rato, se sintió inspirado. Mientras dibujaba, la felicidad lo invadió.

"Mirá lo que hice" - dijo Leo emocionado, mostrando su primer dibujo.

"Es hermoso, Leo. ¿Ves cómo la creatividad puede ser parte de tu viaje?" - dijo la anciana.

Al finalizar el día, Leo miró al horizonte, viendo cómo el sol se escondía detrás de las montañas.

"Me siento diferente hoy. Creo que he encontrado algo que me alegra" - dijo Leo con una sonrisa amplia.

"Recuerda que la vida es una aventura constante. Cada experiencia te enseñará y te ayudará a descubrir lo que realmente te hace feliz. No te olvides de compartirlo con otros" - le aconsejó la anciana.

Leo regresó a casa con una nueva perspectiva. A partir de ese día, comenzó a dibujar, a tocar el piano y a probar nuevas actividades. Se dio cuenta de que no necesitaba una sola respuesta, sino que el sentido de la vida se encontraba en las pequeñas cosas que le hacían sonreír.

Así, Leo descubrió que el camino hacia su propósito personal estaba lleno de colores, canciones y momentos que compartía con los que amaba. No se trataba de encontrar una sola respuesta, sino de disfrutar del viaje mientras buscaba y crecía, al igual que las flores en el prado y el árbol que tocaba el cielo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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