El Viaje de Lía y el Príncipe Hugo



En un reino lejano, había un hermoso bosque donde vivía una niña llamada Lía. Lía era curiosa y siempre soñaba con aventuras más allá de su aldea. El bosque estaba lleno de misterios y, entre ellos, se rumoraba que había un castillo donde vivía un príncipe llamado Hugo.

Un día, mientras exploraba, Lía encontró un camino que nunca había visto antes. Sin pensarlo dos veces, decidió seguirlo. Tras caminar un rato, llegó ante un imponente castillo. ¡Por fin había encontrado al príncipe!"Hola, soy Lía", saludó emocionada, mirando hacia el castillo.

De repente, las puertas del castillo se abrieron con un chirrido y apareció el Príncipe Hugo, con una mirada entre sorprendida y burlona.

"¿Quién eres tú, pequeña? No es común ver a alguien del bosque por aquí."

Lía se sintió un poco nerviosa, pero no se dejó amedrentar.

"Vine a conocerte. Todos en el pueblo hablan de tus hazañas, pero yo creo que hay más aventuras allá afuera."

Hugo frunció el ceño, no estaba acostumbrado a que le cuestionaran.

"Aventuras, ¿dices? No entiendo por qué buscarías eso. La vida en el castillo es mucho mejor que andar por el bosque."

Lía, buscando hacer valer su punto, le ofreció un desafío.

"Si crees que tu vida es tan apasionante, ¿por qué no venís conmigo al bosque? Ahí podríamos descubrir aventuras juntos, y tú podrías enseñarme lo que sabés sobre ser un príncipe."

Hugo no podía dejar que una niña le ganara en un reto.

"De acuerdo, pero si no encontramos algo emocionante en el bosque, tendré que quedarme aquí, y tú te irás de este castillo para siempre."

Lía sonrió, segura de que el bosque tenía muchas sorpresas. Así que juntos se adentraron en los árboles. Al principio, Hugo seguía su camino, muy serio, pero pronto se dio cuenta de que había mucho más que eso.

Primero, se encontraron con un grupo de animalitos que estaban organizando una fiesta. Había conejos, ardillas y hasta un zorro que bailaba.

"Mirá, Hugo, ¡una fiesta! ¿Vas a bailar con nosotros?" preguntó Lía llena de alegría.

"¡Bailar! ¡Yo no bailo!" respondió el príncipe con un poco de sonrojo.

Luego, un grupo de pájaros les mostró un rincón especial del bosque lleno de flores brillantes, cada una más hermosa que la anterior.

"Esto es increíble, Lía. Nunca había visto algo así", admitió Hugo mientras miraba a su alrededor, maravillado.

A medida que avanzaban en su aventura, se enfrentaron a un pequeño desafío: un arroyo que debía cruzarse. Lía, ingeniosa y valiente, buscó grandes piedras para hacer un puente.

"Mirá, así podremos cruzar", dijo mientras señalaba las rocas.

Sin embargo, Hugo, inseguro, se quedó parado.

"No sé si puedo hacerlo. ¿Y si me caigo?"

"¡No pasa nada! Si te caés, solo será un chapuzón, ¡pero al menos lo intentaste!"

Finalmente, Hugo dio un paso adelante, y con la ayuda de Lía logró cruzar. Una vez al otro lado, ambos estallaron en risas.

A medida que el día avanzaba, la confianza de Hugo creció. Se dio cuenta de que la vida no solo era responsabilidad y deberes de ser príncipe. A veces, la verdadera aventura estaba en dejarse llevar por el momento y disfrutar.

"Gracias por mostrarme todas estas cosas, Lía. Hoy me he dado cuenta de que hay mucho más allá de este castillo."

Mientras regresaban al castillo, bajo un bello atardecer, se miraron cómplices. Habían creado una hermosa amistad.

"Prometeme que cada mes haremos una nueva aventura juntos, uniendo el bosque con el castillo. Así el reino será más divertido y lleno de historias."

Hugo sonrió, sintiéndose más ligero y feliz.

"¡Prometido! Nunca más estarás sola en tus aventuras."

Y así, Lía y Hugo, la niña del bosque y el príncipe del castillo, aprendieron que la verdadera aventura es explorar, ayudar a otros y, sobre todo, tener amigos con quienes compartir cada paso del camino.

De ahora en adelante, el bosque y el castillo jamás estarían separados, porque juntos habían creado una nueva historia, una historia de amistad y aventura, que perduraría por siempre.

FIN.

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