El Viaje de Lía y Samuel
En un futuro no muy lejano, en las coloridas selvas de Colombia, dos amigos inseparables, Lía y Samuel, se embarcan en una emocionante aventura. La tecnología había avanzado, y las ciudades estaban llenas de gadgets y artilugios sorprendentes, pero la naturaleza seguía siendo su lugar favorito.
Una mañana brillante, mientras exploraban un rincón de la selva, encontraron un viejo mapa. "¡Mirá, Samuel!" exclamó Lía mientras sostenía el mapa. "Parece que lleva a un tesoro escondido en el corazón de la selva!".
"¿Un tesoro? Vamos a buscarlo!", respondió Samuel, emocionado.
Los dos amigos decidieron seguir las indicaciones del mapa. Durante el camino, se encontraron con un río lleno de peces de colores. Sin embargo, para cruzarlo, necesitaban construir un puente.
"¡Rápido, tenemos que hallar algo!", dijo Lía, buscando a su alrededor.
"¿Y si usamos esas ramas caídas?", sugirió Samuel, señalando un grupo de ramas robustas.
Trabajaron juntos, atando las ramas con lianas y pronto, lograron construir un puente. Cruzaron el río y continuaron su búsqueda.
Un poco más adelante, el mapa los llevó a una colina altísima. Al llegar a la cima, se dieron cuenta de que la vista era impresionante.
"Mirá, Lía!", gritó Samuel. "¡Podemos ver toda la selva desde aquí!".
"¡Es hermoso! Pero debemos seguir, el tesoro nos espera", respondió Lía con determinación.
Mientras bajaban la colina, se encontraron con un grupo de criaturas mágicas, los guardianes de la selva que esperaban proteger el tesoro. Aunque eran sorprendentes, los guardianes estaban un poco asustados de los humanos.
"¡Alto, viajeros!", dijo el líder de los guardianes. "¿Por qué buscan el tesoro?".
"Queremos aprender y cuidar nuestra selva", explicó Lía. "Nosotros amamos la naturaleza!".
"Si es así, deben demostrar su respeto hacia la selva", dijo el guardián.
Los guardianes propusieron un reto: debían resolver un acertijo sobre la naturaleza. "¿Qué de la selva da la vida, pero no se puede tocar?". Lía y Samuel pensaron rápido.
"¡Es el aire!", gritó Samuel de repente. El guardian sonrió.
"Muy bien, han pasado la prueba. El verdadero tesoro no es lo material, sino el amor y el respeto que tienen por nuestra naturaleza. ¡Cuídala siempre!".
Lía y Samuel se sintieron orgullosos y se despidieron de los guardianes. Volvieron a su hogar con el corazón lleno de alegría, sabiendo que habían encontrado un tesoro mucho más grande que cualquier cosa que pudieran haber imaginado: el conocimiento y el compromiso de proteger su hogar, la selva de Colombia.
"Nunca creí que buscar un tesoro nos enseñaría tanto!", dijo Lía al final.
"Sí, siempre recordaremos que el mayor tesoro está en cuidar lo que amamos", respondió Samuel sonriente.
Desde ese día, Lía y Samuel se convirtieron en verdaderos guardianes de la selva, cuidando de su hogar y enseñando a otros sobre la importancia de proteger la naturaleza.
FIN.