El Viaje de Lila hacia la Amistad y el Conocimiento



Lila era una niña de 9 años que vivía en un pequeño barrio de una gran ciudad. Desde muy pequeña, había tenido que ayudar a su familia a ganarse la vida. Cada mañana, antes de que saliera el sol, Lila se despertaba para vender empanadas en la calle. Aunque disfrutaba del aroma de las empanadas frescas y la brisa de la mañana, a veces soñaba con ir a la escuela como los chicos que pasaban corriendo con sus mochilas.

Un día, mientras limpiaba el puesto, vio a un grupo de niños jugando con una pelota. El sonido de sus risas y gritos la llenaba de alegría, pero también de tristeza. Se le acercó uno de ellos, un niño rubio llamado Tomi.

"¿Querés jugar con nosotros?" -preguntó Tomi, con una sonrisa.

Lila miró a su alrededor y, a pesar de su deseo de jugar, sintió la presión de las empanadas que debían venderse.

"Pero tengo que trabajar..." -dijo Lila.

"¿Y si ayudás a vender un ratito y después jugamos?" -sugirió Tomi. Lila lo pensó y aceptó. Así fue como, por primera vez, jugó con amigos después de ayudar en el puesto. Aunque fue por poco tiempo, cada risa sentía que llenaba un espacio en su corazón.

Los días pasaron y, cada vez que podía, Lila se unía a ellos. Un día, mientras jugaban, Tomi le preguntó:

"Lila, ¿por qué no vas a la escuela?" -La pregunta la sorprendió.

"No tengo tiempo, tengo que trabajar..." -respondió ella.

Una niña del grupo, que se llamaba Sofía, la miró y dijo:

"Podemos ayudarte. ¿Qué te parece si hacemos un plan?" -Lila no podía creer lo que escuchaba.

Así fue como, durante las tardes, los amigos de Lila comenzaron a enseñarle algunas cosas. Le explicaban las letras, los números, y cada tarde Lila iba descubriendo un mundo nuevo. Aprendía con alegría, y al mismo tiempo ayudaba a su familia vendiendo empanadas.

Un día, al terminar su tarea de mates, Lila le comentó a Sofía:

"Me encantaría poder ir a la escuela de verdad, aprender más..."

"¿Y qué te detiene?" -preguntó Sofía, curiosa.

"No sé si mis papás me dejarían..." -confesó Lila, con un brillo menos en su mirada.

"Podemos hablar con ellos. Tal vez entiendan que es importante para vos" -dijo Tomi, siempre dispuesto a ayudar.

Ese mismo día, los tres amigos se pusieron en marcha. Al llegar a la casa de Lila, todos estaban nerviosos, pero decididos. Al principio, los padres de Lila se mostraron dudosos. El padre de Lila la miró y dijo:

"Pero, ¿quién ayudará a vender las empanadas?"

"Yo, papá, también puedo aprender y ayudar más después" -respondió Lila con fuerza, sintiendo que debía dar un paso hacia sus sueños.

Los amigos le explicaron cómo Lila había estado aprendiendo y cuánto le apasionaba. Finalmente, los padres acordaron que Lila podría comenzar a ir a la escuela los sábados. El lunes siguiente, Lila fue a una aula por primera vez. Se sintió abrumada al mirar a su alrededor, pero también entusiasmada.

El tiempo pasó, y con él, Lila fue avanzando. Sus amigos le ayudaron en todo momento. Lila se volvió una más en el grupo y un ejemplo de perseverancia y esfuerzo. Años después, al recibir su diploma de la escuela primaria, Lila pronunció un discurso que jamás olvidará:

"Cada uno de nosotros tiene el poder de soñar y de hacer realidad esos sueños. Nunca permitan que una dificultad los detenga." -la aplaudieron todos, llenos de orgullo.

Lila aprendió que, aunque el camino es difícil, el apoyo de sus amigos y la educación pueden cambiar la vida de alguien. Con el paso del tiempo, no solo se convirtió en una estudiante brillante, sino también en una gran amiga.

Al mirar atrás, entendió que sus amigos no solo le trajeron conocimiento, sino amor y compañerismo, algo que siempre atesoraría en su corazón.

FIN.

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