El viaje de Lila y el árbol dorado



En un pequeño pueblo llamado Naranja, había una niña llamada Lila. Lila siempre había soñado con conocer el misterioso árbol dorado que, según las leyendas, le concedía un deseo a aquellos que llegaban hasta él. Un día, decidió que era hora de hacer realidad su sueño.

- ¡Voy a encontrar el árbol dorado! - proclamó Lila con determinación, mientras ataba su cabello en una coleta.

Con su mochila lista y un mapa que había dibujado ella misma, Lila partió en su aventura. Caminó por campos de flores, saltó ríos y trepó montañas. Pero a medida que avanzaba, se dio cuenta de que el camino era más difícil de lo que había imaginado.

Una tarde, mientras descansaba bajo la sombra de un gran roble, se encontró con un viejo sabio.

- Buenos días, pequeña viajera. ¿Qué te trae por aquí? - preguntó el anciano con una sonrisa.

- Estoy buscando el árbol dorado. ¡Quiero hacer un deseo! - respondió Lila con entusiasmo.

- Ah, el árbol dorado... - dijo el sabio. - Pero recuerda, no todos los deseos son iguales. ¿Qué deseas realmente?

Lila se quedó pensando. ¿Qué deseaba de verdad? Ella quería que el pueblo tuviera más juegos y diversión para todos los niños.

- Quiero un parque en el pueblo donde todos podamos jugar y ser felices - contestó con firmeza.

- Un deseo noble - asintió el sabio. - Pero el árbol no está al final del camino. Tienes que ayudar a otros primero.

Lila, aunque un poco confundida, decidió que podía hacer eso. Comenzó a ayudar a los niños de su pueblo, organizando juegos y actividades. Se dio cuenta de que cada vez que ayudaba a alguien, la felicidad crecía. Todos jugaban juntos, se reían y se hacían amigos.

Un día, mientras jugaban a la pelota, Lila notó que algunos niños no podían jugar porque no tenían zapatillas.

- ¡No puedo jugar sin mis zapatillas! - exclamó Tomás, un niño del barrio.

Lila, al ver que sus amigos estaban tristes, decidió hacer algo al respecto.

- No se preocupen. ¡Haremos una colecta para conseguir zapatillas! - propuso Lila, con su espíritu optimista.

Y así fue como Lila empezó a organizar eventos divertidos. Vendieron limonada, hicieron tortas y organizaron carreras en el barrio. Con el dinero recaudado, pudieron comprar zapatillas para todos los niños que las necesitaban.

- ¡Gracias, Lila! - gritaban los niños felices mientras se ponían sus nuevas zapatillas.

Día tras día, el parque del pueblo se llenaba de risas y juegos. Cuando Lila sintió que todos eran felices, se dio cuenta de que quizás su verdadero deseo ya se había cumplido.

Un día, mientras estaba en el parque, notó que el cielo se oscurecía. A lo lejos, pudo ver una luz brillante.

- ¡Es el árbol dorado! - exclamó Lila, llena de emoción.

Sin pensarlo dos veces, siguió la luz y se encontró frente al magnífico árbol, cuyas hojas brillaban como oro.

- He venido a hacer un deseo - dijo Lila, mirando al árbol.

El árbol, con una voz suave, le respondió:

- Has hecho mucho por los demás, Lila. ¿Cuál es tu deseo?

- Quiero que todos los niños del pueblo se diviertan y sean felices siempre - dijo Lila con una sonrisa.

El árbol dorado brilló intensamente y, de repente, el parque se inundó de colores y magia. Juegos aparecieron de la nada, luces y risas llenaron el aire.

- Tu deseo ha sido concedido - dijo el árbol. - Pero recuerda, la verdadera magia está en compartir y ayudar a los demás.

Lila comprendió que lo más importante no era solo tener un parque, sino el amor y la alegría que se genera al compartir experiencias.

Desde ese día, Lila se convirtió en la mejor organizadora de juegos y su pueblo fue conocido como el lugar más divertido de Naranja. Todos los días, se reunían en el parque para jugar, reír y compartir, y así, la felicidad se desbordaba.

Y así, Lila aprendió que a veces el deseo más valioso es ver felices a los que amamos.

FIN.

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