El viaje de los colores
Pipo, el pequeño pingüino, vivía en la Antártida y tenía una habilidad muy especial: podía sentir las emociones a través de los colores.
Cada día era una aventura para él, ya que su mundo se llenaba de tonalidades diferentes dependiendo de cómo se sintiera. Un soleado día de invierno, Pipo despertó con una sensación extraña. Todo a su alrededor estaba teñido de azul, el color del cansancio y la tristeza.
El pequeño pingüino no entendía por qué se sentía así, pero sabía que algo debía hacer para cambiarlo. Decidió hablar con sus amigos para ver si ellos también sentían lo mismo.
Se acercó a Lucas, el león marino juguetón, y le preguntó:"Lucas, ¿alguna vez te has sentido triste y cansado?"El león marino levantó la cabeza y respondió:"¡Claro que sí! A veces todos nos sentimos así. Pero lo importante es encontrar formas de animarnos". Pipo siguió buscando consejos entre sus amigos antárticos.
Se acercó a Martina, la foca curiosa, y le preguntó lo mismo:"Martina, ¿alguna vez has sentido esa tristeza que me invade hoy?"La foca asintió con la cabeza y dijo:"Sí, Pipo.
Todos tenemos días grises en los que nos sentimos un poco tristes. Pero siempre podemos buscar cosas que nos hagan felices". Estas palabras resonaron en el corazón del pequeño pingüino. Decidió emprender un viaje por toda la Antártida en busca de cosas bonitas que le hicieran sonreír.
Mientras caminaba, notó cómo el azul de su mundo comenzaba a desvanecerse y dar paso a otros colores.
Encontró una colonia de pingüinos jugando en la nieve, lo cual le hizo sentir alegría y su mundo se tiñó de blanco brillante. Luego, descubrió a un grupo de orcas saltando en el agua, lo que provocó que su entorno se llenara de tonos grises y plateados, representando la emoción del asombro.
Pipo continuó explorando hasta llegar a una playa llena de focas cantarinas. Sus risas y canciones llenaron el aire con notas musicales multicolores. El pequeño pingüino sintió cómo la tristeza se desvanecía por completo y su mundo adquiría un arcoíris vibrante.
Finalmente, Pipo regresó a casa con una sonrisa radiante en su rostro. Había aprendido que todos tenemos días difíciles, pero también podemos encontrar cosas hermosas que nos hagan felices.
A partir de ese día, decidió compartir sus experiencias con otros animales para ayudarlos cuando se sintieran tristes. Así fue como Pipo el pingüino logró convertir cada día en una aventura llena de colores emocionantes e inspiradores para todos los habitantes de la Antártida.
Y juntos descubrieron que cada emoción tenía un color distinto y único.
FIN.