El viaje de los colores


que vivía en lo alto de una montaña, en un lugar mágico y lleno de colores. El arcoiris se llamaba Arcoírisito, y era muy curioso y alegre.

Todos los días salía a recorrer el cielo, llevando consigo su brillo y sus tonos vibrantes. Un día, mientras Arcoírisito jugaba entre las nubes, se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo en la Tierra. Los colores parecían desvanecerse poco a poco, dejando todo gris y triste.

Preocupado por lo que veía, decidió emprender un viaje hacia el mundo de los humanos para descubrir qué estaba sucediendo.

Al llegar a la Tierra, Arcoírisito se encontró con una niña llamada Luna, que había perdido la capacidad de ver los colores debido a la tristeza que sentía en su corazón. La niña miraba al cielo cada día esperando ver un arcoiris, pero ya no podía disfrutar de su belleza como solía hacerlo.

- ¡Hola pequeña Luna! Soy Arcoírisito y he venido para traerte de vuelta los colores - dijo el arcoiris con alegría.

Luna levantó la mirada sorprendida al escuchar aquellas palabras y vio ante ella a un ser tan brillante y colorido que le hizo recordar lo hermoso que era el mundo cuando estaba lleno de colores. - ¿De verdad puedes devolverme los colores? - preguntó Luna con esperanza en sus ojos.

- ¡Claro que sí! Pero primero necesitamos descubrir juntos qué es lo que te entristece tanto - respondió Arcoírisito con ternura. Así comenzó una aventura llena de magia y aprendizaje, donde Arcoírisito ayudó a Luna a abrir su corazón y expresar todas las emociones que tenía guardadas dentro.

Poco a poco, los colores fueron regresando a su vida: el rojo del amor por su familia, el amarillo del sol que iluminaba sus días, el verde de la esperanza en un futuro mejor.

Juntos recorrieron praderas llenas de flores multicolores, nadaron en ríos cristalinos reflejando todos los tonos del arcoiris y bailaron bajo la lluvia disfrutando cada gota como si fuera purpurina cayendo del cielo. Finalmente, llegó el día en que Luna pudo volver a ver un arcoiris en todo su esplendor.

Sus ojos brillaban de felicidad al contemplar aquel espectáculo de luz y color que pintaba el cielo como un lienzo infinito. Y desde ese día, nunca más volvió a perder la capacidad de apreciar la belleza del mundo que la rodeaba.

Arcoírisito regresó a su hogar en lo alto de la montaña sabiendo que había cumplido una misión importante: enseñarle a Luna que siempre hay luz y color incluso en los momentos más oscuros.

Y así continuó iluminando el cielo con sus destellos mágicos cada vez que llovía, recordándole al mundo entero la importancia de mantener viva la alegría en nuestros corazones.

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