El Viaje de los Colores



En un pueblo pequeño llamado Arcoíris, los habitantes eran conocidos por sus increíbles destrezas. Había pintores, músicos, cocineros y bailadores de todo tipo; pero entre ellos, había uno que siempre se sentía fuera de lugar: el pequeño Pablo, que soñaba con ser un gran artista, pero era un poco más torpe que los demás.

Un día, mientras paseaba por la plaza, escuchó una charla entre dos ancianos del pueblo.

"¿Viste cómo pinta Pablo? Es un desastre. Los colores se mezclan y no sabe cómo usar el pincel".- dijo don Ricardo, riendo.

"Sí, Pablo debería dedicarse a otra cosa. Esto de ser artista no es para él".- respondió doña Elena.

Las palabras de los ancianos resonaron en la mente de Pablo mientras se dirigía a su taller. Se sentía triste. ¿Era verdad que nunca podría ser un buen artista?

Esa tarde, mientras practicaba, vio un anuncio en un periódico local: "Gran concurso de pintura en el festival de Arcoíris. Gana la oportunidad de exponer tu obra en la galería más prestigiosa del país". Su corazón latió con fuerza. Era su oportunidad.

Pablo decidió participar, pero a medida que pasaban los días, la inseguridad lo invadía. De nuevo escuchó a los ancianos.

"Sí, Pablo se va a inscribir, sería un chiste que un chico como él ganara".- dijo don Ricardo.

Esa noche, Pablo se vio al espejo, notando sus manchas de pintura y su cabello desordenado.

"¿Por qué debería rendirme?"- se dijo a sí mismo. "Los mejores artistas no nacen aprendidos. ¡Voy a intentarlo!"

Así, decidió hacer un cuadro que representara su mundo interior. Mezcló colores brillantes, formando un paisaje que reflejaba sus sueños y esperanzas. Se quedó trabajando hasta que el sol salió por la ventana.

El día del concurso llegó. El pueblo estaba lleno de risas y música; todos los artistas exhibían sus obras con orgullo. Cuando Pablo llegó al centro, vio a los jueces y a un público entusiasta. Temblando, se acercó a su lienzo.

"Tengo miedo, pero mis colores son mi voz"- dijo Pablo, recordando a los ancianos.

Finalmente, se paró frente a su pintura, sintiendo que el corazón le latía con fuerza. Para su sorpresa, comenzaron a acercarse personas curiosas a ver lo que había creado.

"¡Miren esos colores!"- exclamó una niña emocionada.

"¡Es tan alegre como un día soleado!"- gritó un joven que pasaba.

Pablo se sorprendió. La gente estaba admirando su obra. Los jueces también se acercaron y comenzaron a conversar con él.

"¿Qué te inspiró a usar tantos colores?"- preguntó uno de los jueces.

"Quería mostrar que aunque a veces me siento distinto, tengo un mundo lleno de colores en mi interior".- respondió Pablo, sintiéndose más seguro.

Al final del concurso, Pablo no ganó el primer premio, pero todos lo aplaudieron calurosamente. Ciertamente, la sorpresa fue contarle a los dos ancianos sobre la experiencia:

"Hoy aprendí que ser distinto no es malo".- les dijo Pablo con una gran sonrisa.

Don Ricardo y doña Elena fueron a ver su pintura, y sus ojos brillaron al ver la creación:

"¡Es hermoso! Siempre creímos que ser artista era solo uno de una forma. Nunca pensamos en lo que uno puede sentir al crear".- dijo don Ricardo, con una sonrisa avergonzada.

"Lo sentimos, Pablo, por no creer en vos. Has demostrado que la creatividad no tiene límites".- agregó doña Elena.

Desde aquel día, Pablo continuó pintando cada vez más y ayudó a otros a explorar su creatividad, sin importar si eran torpes o hábiles. En Arcoíris aprendieron que cada uno podía aportar algo único y que los estereotipos y prejuicios solo limitaban las verdaderas bellezas del alma.

Y así, bajo la luz de colores hermosos, Pablo se convirtió no solo en un gran artista, sino también en la voz que unió a los corazones del pueblo.

FIN.

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