El Viaje de los Colores



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Coloria, un grupo de amigos que siempre se juntaban después de la escuela para explorar su creatividad. Eran Lía, una niña con una curiosidad infinita; Tomás, un chico que amaba contar historias; Sofía, que tenía el talento para dibujar y Pablo, un amante de la naturaleza.

Un día, Lía llevó un libro antiguo que había encontrado en la biblioteca del pueblo. Era un libro lleno de cuentos sobre un mundo donde los colores tenían vida y podían hablar.

"Miren esto!" - dijo Lía, mostrando las coloridas páginas del libro. "¿Qué tal si leemos juntos?"

"¡Sí, hagámoslo!" - exclamó Tomás con emoción.

Los cuatro amigos se apiñaron alrededor de Lía. Empezaron a leer sobre un lugar mágico donde cada color tenía su propia personalidad. Rojo era el color de la valentía, Azul era el color de la calma, y Amarillo era el color de la alegría. Al finalizar el cuento, Lía los miró con ojos brillantes.

"¿No sería increíble visitar ese lugar?" - preguntó.

"Sí, pero..." - empezó Pablo, "¿cómo podríamos lograrlo?"

Reflexionaron un momento. Sofía, siempre con su cuaderno a mano, dijo:

"Podríamos dibujar nuestro propio mundo de colores. Cada uno puede hacer su propia parte".

Se pusieron manos a la obra. Sofía dibujó un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Tomás decidió escribir una historia sobre un pequeño héroe que debía buscar los colores perdidos del árbol de la alegría. Pablo, inspirado por la naturaleza, pintó un gran mural de montañas y ríos brillantes.

Lía, que era muy buena uniendo ideas, propuso un lugar donde todos pudieran ver su trabajo:

"¿Y si hacemos una exposición en la plaza?"

"¡Esa es una genial idea!" - dijeron todos al unísono.

Cuando llegó el día de la exposición, el pueblo entero se reunió para admirar las obras. Pero, justo antes de que comenzara, un fuerte viento sopló y voló los dibujos por los aires. El grupo miró horrorizado mientras sus creaciones se dispersaban.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Sofía, preocupada.

"No podemos rendirnos, tenemos que recuperar nuestros trabajos!" - animó Tomás.

Juntos, comenzaron a correr por el pueblo, riendo y persiguiendo sus dibujos como si fueran cometas. Al final, lograron recoger todos sus trabajos, pero con algunos rasguños y arrugas. Regresaron a la plaza, donde la gente los esperaba.

"A pesar de las arrugas, amo cómo se ven nuestros dibujos!" - dijo Lía, sonriendo.

"¡Sí! Cada uno de ellos cuenta una historia!" - añadió Sofía con entusiasmo.

Luego de la exposición, el grupo decidió hacer una nueva actividad. "Vamos a compartir nuestras creaciones en las redes sociales, así más personas pueden ver el mundo de colores que hicimos!" - sugirió Pablo.

Y así lo hicieron. Pronto, sus dibujos se volvieron virales y la gente de otros pueblos empezó a enviarles sus propios dibujos de colores.

Sin embargo, eso no fue todo. Un día, recibieron un mensaje de un reconocido artista que quiso visitar Coloria para conocer a los jóvenes artistas. Cuando llegó, se sorprendió del talento y la pasión del grupo.

"Ustedes son increíbles. Deberían abrir un taller de arte para enseñar a otros sobre el poder de los colores," - les propuso, invitándolos a participar en un gran festival de arte.

"Pero... somos solo un grupo de amigos!" - exclamó Sofía, con un atisbo de duda.

"Y eso es lo que lo hace más especial. Ustedes son auténticos, y eso es lo que la gente quiere ver. Deben tener confianza en ustedes mismos" - respondió el artista.

Motivados por sus palabras, el grupo aceptó la propuesta. Comenzaron a organizar talleres, donde enseñaban lo que habían aprendido: la importancia de leer, reflexionar, dibujar, compartir y evaluar. Compartían sus historias y aprendían de los demás, formando una comunidad apasionada por el arte.

El festival fue todo un éxito y, al final, el grupo decidió evaluar su experiencia.

"Fue un viaje increíble, y gracias a los colores, logramos unir a toda nuestra comunidad" - dijo Lía, mirando a sus amigos.

"Y lo importante es que seguimos aprendiendo y disfrutando juntos!" - agregó Pablo.

Desde entonces, Coloria no solo se convirtió en un lugar de arte, sino también en un símbolo de unión y creatividad. Porque cuando compartimos nuestras ideas, nuestras historias y nuestros sueños, los colores del mundo se vuelven aún más vibrantes.

FIN.

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