El viaje de los cuerpos



En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, vivían cuatro amigos inseparables: Tomás, Sofía, Lucas y Valentina. Cada uno tenía su propio talento especial.

Tomás era un gran futbolista, siempre soñando con jugar en la selección. Sofía, la artista del grupo, pasaba horas dibujando y pintando. Lucas, con su curiosidad insaciable, se sentía como un aventurero, explorando cada rincón del pueblo. Por otro lado, Valentina tenía un corazón lleno de música; siempre estaba cantando o tocando su guitarra.

Un día, mientras jugaban en el parque, Valentina tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos un concurso de talentos? Cada uno mostrará lo mejor de sí mismo y al final haremos una gran fiesta" - sugirió emocionada.

Todos aplaudieron la idea, y así comenzó la preparación. El concurso sería una muestra de sus habilidades, pero también querían incluir a otros niños del pueblo para que todos se sintieran especiales.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzaron a surgir dudas en cada uno de ellos. Tomás se preocupó por si no podría hacer un gol, Sofía temía que sus dibujos no fueran lo suficientemente buenos, Lucas se preguntaba si tendría suficientes aventuras que contar, y Valentina dudaba de su voz.

El día del concurso llegó, y el parque brillaba con globos y sonrisas. Cada uno subió al escenario para mostrar su talento. Tomás comenzó a balear la pelota, pero en un momento se le escapó y la pelota salió volando hacia el público. Todos rieron y eso lo hizo sentir mejor. En su segundo intento, hizo un increíble gol y el público estalló en aplausos.

"¡Eso fue increíble, Tomi!" - gritó Sofía mientras aplaudía con entusiasmo.

Luego, fue el turno de Sofía. Se subió al escenario con sus dibujos. Sin embargo, antes de mostrar las obras, respiró hondo y dijo:

"No sé si mis dibujos son los mejores, pero lo importante es que los hice con amor" - y mostró su arte. Todos quedaron maravillados por su talento.

Lucas decidió contar una historia sobre un dragón que volaba sobre el pueblo, pero al ver que algunos se distrajeron, se sintió inseguro. Sin embargo, recordó las palabras de Valentina:

"Siempre hay que contar la historia de nuestra manera, no importa quién la escuche" - y continuó. Al finalizar su narración, todos estuvieron encantados con su relato.

Finalmente, fue el turno de Valentina. Con su guitarra en mano, comenzó a cantar. Al principio dudó, pero luego recordó a sus amigos apoyándola desde el público. Se sintió tan feliz que cantó con todas sus fuerzas y todos se unieron en un gran aplauso.

Al final del concurso, no hubo un ganador. Todos eran únicos y especiales. Así que decidieron hacer una gran fiesta.

"Lo importante es que nos apoyamos y celebramos nuestros talentos" - dijo Sofía, y todos se pusieron de acuerdo. Esa fue la mejor parte del día, no importaba ser el mejor, sino disfrutar juntos.

Desde entonces, los cuatro amigos decidieron que cada semana organizarían una actividad especial para compartir sus talentos, fomentando así la creatividad y la amistad en su pequeño pueblo. Y así, aprendieron que cada cuerpo tiene algo hermoso que ofrecer, y que un talento puede brillar más cuando se comparte con los demás.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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