El Viaje de los Mundos Mágicos
Era un día soleado cuando dos amigos, Lucía y Martín, decidieron visitar la vieja biblioteca del barrio. Era un lugar misterioso, lleno de libros que parecían susurrar secretos. Al entrar, el aire olía a papel envejecido y madera. Martín miró a su alrededor con curiosidad.
"Lucía, ¿alguna vez te preguntaste qué hay dentro de esos libros?" -dijo, señalando una estantería que parecía interminable.
"Siempre, pero nunca me animo a abrir uno" -respondió Lucía, frunciendo el ceño.
"Hoy podemos intentarlo", -propuso Martín con una sonrisa.
Ambos se acercaron a un libro con una tapa de colores vivos que brillaba bajo la luz del sol. Era un libro titulado "El Jardín de los Sueños". Al abrirlo, una luz intensa los envolvió y, de repente, se encontraron en un jardín lleno de flores gigantes de colores brillantes.
"¿Dónde estamos?" -preguntó Lucía, mirando a su alrededor.
"¡Esto es increíble! ¡Estamos dentro del libro!" -exclamó Martín con entusiasmo.
Un pequeño ser alado, parecido a un hada, se acercó a ellos.
"¡Bienvenidos al Jardín de los Sueños! Soy Lila, la guardiana de este lugar. Los he estado esperando".
"¿Esperando? ¿Por qué?" -preguntó Lucía, intrigada.
"Porque cada libro elige a sus lectores. Necesito su ayuda para hacer que los sueños de los niños que visitan este jardín se hagan realidad. Pero hay un problema. Un dragón egoísta ha robado todos los colores de los sueños y los ha escondido en su cueva." -explicó Lila.
"¿Un dragón? No tenemos miedo" -dijo Martín, decidido.
"Sí, pero deben estar preparados. El camino hacia la cueva está lleno de pruebas" -advirtió Lila.
Sin pensarlo dos veces, los dos amigos aceptaron la aventura. Al cruzar un arcoíris vibrante, comenzaron su recorrido.
Primera prueba: debían resolver un acertijo del Rincón Sabelotodo, un búho sabio que protegía el paso.
"Para pasar, deberán responder a la pregunta: ¿qué es más fuerte que el hierro, más dulce que la miel y más ligero que una pluma?" -dijo el búho con voz profunda.
"Puede ser... el amor..." -sugirió Lucía.
"¡Correcto!" -gritó el búho alzando las alas. "Pueden pasar."
Siguieron adelante y pronto se encontraron en un río que brillaba en diversos colores. Pero no había puente. Allí, un pez gigante les habló; se trataba de Sirena, la protectora del río.
"Para cruzar, deben cantarle algo hermoso a este río, así él soltará un arco iris para que pasen" -les dijo.
Martín se animó y comenzó a cantar una canción que había inventado.
"El río se siente feliz, ¡mira!" -dijo Lucía al ver como las aguas comenzaban a brillar aún más.
Finalmente, al llegar a la cueva del dragón, quedaron sorprendidos. Fue un lugar oscuro y aterrador, y el dragón, un enorme ser de escamas brillantes y ojos fulgurantes, los miró con desconfianza.
"¿Quiénes son ustedes y qué quieren en mi cueva?" -rugió el dragón.
"Venimos a liberar los colores de los sueños de los niños. ¡Devuélvelos!" -exclamó Lucía con valentía.
"¿Y por qué debería hacerlo?" -preguntó el dragón, un poco burlón.
Martín, recordando lo que habían aprendido sobre las historias de valía y amistad, añadió:
"Los colores son para compartir. Si los mantienes encerrados, nunca conocerás la felicidad que traen al mundo. ¿No quieres ser el dragón más querido en vez del más temido?"
El dragón se quedó en silencio, reflexionando. Después de un momento, la mirada en sus ojos se suavizó.
"Quizás tienen razón. He estado muy solo" -murmuró, y, con un gesto, devolvió todos los colores a su lugar.
"¡Gracias!" -gritaron Lucía y Martín juntos, mientras el jardín brillaba intensamente.
Lila apareció nuevamente, sonriendo.
"Lo lograron. Gracias a su valentía y bondad, los sueños y los colores volverán a estar en el jardín. Pueden regresar a casa, es hora de que compartan esta aventura".
"¿Y cómo lo haremos?" -preguntó Martín.
Lila los llevó de la mano hacia la luz intensa, y, con un parpadeo, se encontraron de vuelta en la biblioteca.
"¡Fue asombroso!" -dijo Lucía emocionada.
"¡Sí! Cada libro es un mundo, y solo hay que animarse a explorarlo" -respondió Martín, mientras ambos sonreían y miraban la biblioteca con nuevos ojos.
Desde ese día, el amor por la lectura de Lucía y Martín creció, y visitaron la biblioteca más que nunca, conscientes de que cada libro era una aventura esperando ser descubierta.
FIN.