El Viaje de Los Muñecos
En un colorido pueblo llamado Arcoíris, había una tienda especial de juguetes donde cada muñeco era diferente. Allí vivían: Lila, una muñeca de trapo que no podía moverse, pero contaba con una imaginación desbordante; Rolo, un robot de metal que sólo podía hablar en rimas; y Pipo, un dinosaurio de peluche que siempre tenía una sonrisa y un corazón gigante.
Un día, la dueña de la tienda, la señora Clara, decidió que era hora de llevar a sus muñecos a una aventura fuera de la tienda.
"Vamos a explorar el parque de Arcoíris. ¡Hay tanta belleza para descubrir!"- anunció emocionada la señora Clara.
"¿Pero qué pasará con Lila?"- preguntó Rolo, un poco preocupado.
"No puedo moverme. ¿Cómo podría disfrutar de la aventura?"- lamentó Lila, apenada
Pero Pipo, siempre optimista, interrumpió:
"No te preocupes, Lila. ¡Vamos a encontrar una forma!"-
Así que se pusieron a pensar. Rolo, con su tono rimado:
"Si en la mochila te llevamos, a la aventura te mostramos. "-
"¡Sí!"- exclamó Pipo. "Podés ir en mi mochila. ¡Será perfecto!"-
Con un gran esfuerzo, los dos amigos ayudaron a Lila a acomodarse en la mochila. La señora Clara sonrió y se puso en marcha hacia el parque.
Al llegar, los colores y los aromas encantaron a todos. Rolo comenzó a describir lo que veía:
"Mira, mira, aquí hay flores, rosas y girasoles.
Las mariposas vuelan alegres, por todas partes, son un fiestón. Yujuuu!"-
Lila escuchaba encantada, imaginando el paisaje.
"¡Sigue, sigue! Yo quiero saber más!"- pidió con emoción.
Rolo continuó, inventando poemas sobre cada rincón del parque. Pero de repente, notaron que un grupo de niños estaba jugando a la pelota.
Rolo, con su lógica de rimas, sugirió:
"¡Vamos a pedirles que nos dejen jugar!"-
Pero Lila se sintió un poco incómoda.
"¿Y si no me aceptan? No puedo correr ni patear la pelota…"- dijo con tristeza.
Pipo, al escucharla, se acercó con mucha dulzura y le dijo:
"No importa si no podés jugar como ellos. ¡Podés ser parte del juego de otra forma!"-
"¿Cómo?"- preguntó Lila, curiosa.
"Podés ser nuestra animadora. ¡Contales a los chicos que estamos aquí!"- propuso Pipo con entusiasmo.
Lila sonrió, sintiéndose mejor. Así que mientras Rolo y Pipo se acercaban a los niños, Lila empezó a animarles desde su mochila:
"¡Vamos chicos, pateen fuerte! ¡Ustedes pueden!"-
Los niños se dieron vuelta, sorprendidos al escuchar a Lila.
"¿Quién es la que alienta?"- preguntó uno de ellos.
"Soy Lila, y yo no puedo jugar al fútbol, pero puedo ser su animadora. ¡Vamos, sigan así!"- respondió entusiasmada.
Los niños se miraron y comenzaron a aplaudir, dándose cuenta de que era algo diferente y divertido tener a Lila apoyándolos. Uno de los niños se acercó y agregó:
"¿Querés venir a jugar un rato con nosotros? Quizás podamos hacer un nuevo juego, con tu ayuda. "-
"¿De verdad?"- se sorprendió Lila.
"¡Claro!"- aseguró el niño. "Podés dirigirnos y contarnos qué hacemos. ¡Vamos a inventar nuestro propio juego!"-
Y así, juntos empezaron a jugar un partido de fútbol adaptado, donde Lila dirigía desde su mochila y recomendaba jugadas. Los chicos se sintieron felices de incluirla, y Lila disfrutó más de lo que jamás hubiera imaginado.
Al final del día, todos estaban cansados pero felices. Lila se dio cuenta de que, aunque no podía moverse como sus amigos, tenía un papel muy importante en la diversión.
La señora Clara los miró con orgullo y dijo:
"Hoy aprendimos que la amistad se trata de encontrar formas de ser parte, sin importar nuestras diferencias. Todos somos especiales a nuestra manera."-
Y así, Lila, Rolo y Pipo volvieron a la tienda, con el corazón lleno de alegría, sabiendo que la diversidad era, en realidad, lo que hacía su amistad tan única y poderosa.
FIN.