El Viaje de los Recuerdos



En un pequeño pueblo llamado Luz de Luna, donde la magia parecía estar siempre presente, vivía una niña llamada Clara. Clara era alegre y curiosa, pero había un secreto que la mantenía inquieta. Cada noche, en su habitación, un viejo baúl cubierto de polvo guardaba recuerdos que la hacían sentir un escalofrío. Ella sabía que contenía algo importante, pero le tenía miedo.

Una tarde, Clara decidió que ya era hora de enfrentarse a sus temores. Con una linterna en mano, se acercó al viejo baúl.

"¿Qué habrá dentro de vos, viejo amigo?" - se preguntó mientras lo abría.

Al abrirlo, se encontró con una niebla espesa que emergía del interior. De pronto, una figura apareció: era un pequeño dragón azul llamado Brillo.

"¡Hola, Clara! No temas, soy Brillo y estoy aquí para ayudarte" - dijo el dragón con una voz suave.

"¿Ayudarme? ¿Con qué?" - preguntó Clara, intrigada.

"He venido para que juntos exploremos los recuerdos que guardas en este baúl. A veces, los recuerdos pueden asustarnos, pero también pueden enseñarnos lecciones importantes" - explicó Brillo.

Clara dudó un momento, pero la curiosidad la pudo.

"Está bien, Brillo. ¡Vamos!"

El dragón tomó a Clara de la mano y, con un giro mágico, los transportó a un lugar donde los recuerdos de Clara estaban representados en coloridos paisajes. Cada recuerdo tenía su propia forma y tamaño; algunos eran brillantes y coloridos, mientras que otros eran grises y tristes.

"Esto es el Jardín de los Recuerdos. Puedes aprender de cada uno de ellos" - explicó Brillo.

Mientras caminaban, Clara vio un recuerdo que la hizo detenerse. Era un día en el parque con su madre, riéndose y jugando.

"¡Mirá ese recuerdo! Fue uno de mis días más felices" - exclamó Clara.

Brillo sonrió.

"Ese día te enseñó sobre la alegría y el amor".

Continuaron caminando y Clara se encontró con un recuerdo triste: la despedida de un amigo que se mudó.

"Ese momento me dolió..." - murmuró Clara.

"Pero, ¿qué aprendiste de eso?" - preguntó Brillo.

"Aprendí que aunque las despedidas son difíciles, los amigos siempre están en nuestro corazón" - respondió Clara con una sonrisa.

A medida que exploraban el Jardín, Clara comenzó a comprender que cada recuerdo, bueno o malo, era una parte importante de su vida. Sin embargo, había un recuerdo que aún no había enfrentado... uno que la intimidaba más que los demás.

"¿Qué hay de ese?" - preguntó Clara, señalando una sombra al final del jardín, un remolino oscuro y temeroso.

"Esa sombra representa un momento que aún no has procesado," - dijo Brillo con cuidado.

Clara sintió un escalofrío pero decidió ser valiente.

"¡Voy a descubrir qué es!"

Al acercarse a la sombra, la niebla se disipó y Clara vio un día en que había tenido un pequeño accidente. Se sintió avergonzada de llorar, creyendo que debía ser fuerte.

"¡Ese día me sentí tan triste!" - exclamó Clara.

"Ese sentimiento es válido, Clara. A veces, es necesario aceptar que hay momentos de debilidad. Te hace más fuerte" - le dijo Brillo, acariciando su mano con su cola.

Al ver el recuerdo de forma clara, Clara sonrió. Entendió que llorar no era un signo de debilidad, sino una parte natural de la vida. El remolino se desvaneció y, de repente, el Jardín se llenó de luz y color.

"Lo entendí, Brillo. Todos los recuerdos son importantes, y enfrentar los difíciles solo me hace más fuerte" - dijo Clara con determinación.

"Exactamente, Clara. ¡Ahora puedes regresar!" - exclamó Brillo llenando el aire de alegría.

De vuelta en su habitación, Clara cerró el baúl con una sonrisa. Había enfrentado sus temores y entendía que los recuerdos, incluso los tristes, la ayudaban a crecer. Desde ese día, el antiguo baúl ya no le daba miedo; en cambio, era un símbolo de valentía y aprendizaje.

Clara prometió volver a visitar el Jardín de los Recuerdos para seguir aprendiendo y explorando, porque sabía que cada experiencia en su vida era un paso más hacia la maravillosa aventura de crecer.

Y así, Clara y Brillo siguieron siendo amigos, y en cada viaje juntos, descubrían que el amor, la fuerza y la alegría siempre florecen, incluso en los corazones más asustados.

FIN.

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