El viaje de los sentimientos
Había una vez en un lugar muy lejano llamado Sentilandia, donde vivían todos los sentimientos del mundo. En este lugar mágico, la alegría y sus amigos siempre se divertían jugando juntos. Un día, decidieron jugar a las escondidas.
La alegría era la encargada de buscar a sus amigos y contar hasta diez mientras ellos se escondían. Todos corrieron emocionados buscando el mejor escondite.
El amor, que siempre estaba acompañado por su fiel amiga la alegría, decidió buscar un lugar especial para esconderse. Subió a lo alto de una montaña y cerró los ojos esperando a que la alegría terminara de contar. Pero cuando el juego comenzó, algo extraño sucedió: el amor no podía encontrar a nadie.
Los demás sentimientos estaban tan bien escondidos que ni siquiera la alegría podía encontrarlos. Sin embargo, ella no se preocupaba porque sabía que tarde o temprano los encontraría. Mientras tanto, el amor caminaba perdido sin poder ver nada.
Estaba triste y asustado porque no sabía cómo regresar al punto de partida. La alegría se dio cuenta de lo sucedido y corrió hacia donde estaba el amor ciego.
Le dijo con entusiasmo:- ¡Amor! No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar tu camino de regreso. El amor sonrió al escucharla y aceptó su ayuda con gratitud. Juntos emprendieron un viaje por Sentilandia en busca del resto de los sentimientos.
En su travesía encontraron primero a la tristeza, quien estaba llorando en un rincón. La alegría se acercó a ella y le dijo:- ¡Tristeza! Ven con nosotros, el amor está ciego y necesita de tu compañía. La tristeza, aunque al principio dudosa, decidió unirse al grupo.
Comprendió que todos los sentimientos son importantes y necesarios en la vida. Continuaron su búsqueda y encontraron a la ira enfadada por algo que le habían hecho.
La alegría se acercó a él con una sonrisa y le dijo:- ¡Ira! Acompáñanos, el amor está ciego y necesita tu apoyo. La ira no estaba seguro de querer ayudar al amor, pero finalmente aceptó unirse al grupo. Entendió que también podía ser positivo cuando se canalizaba adecuadamente.
Así fue como poco a poco fueron reuniendo a cada uno de los sentimientos escondidos en Sentilandia: el miedo, la sorpresa, la calma... Todos comprendieron que debían trabajar juntos para encontrar el camino del amor perdido.
Finalmente, después de mucho buscar y recorrer diferentes lugares, encontraron al último sentimiento escondido: la confianza. Ella estaba oculta detrás de una gran roca temerosa de ser lastimada.
La alegría se acercó con ternura y le dijo:- ¡Confianza! El amor está ciego y necesita creer en sí mismo para encontrar su camino de regreso. Únete a nosotros. La confianza entendió lo importante que era su papel en ese momento crucial para el amor.
Decidió dejar sus miedos atrás y se sumó al grupo sin dudarlo. Con todos los sentimientos unidos, la alegría guió al amor de regreso al punto de partida. El amor, aunque ciego, sintió el apoyo y la compañía de sus amigos en todo momento.
Al llegar al punto de partida, la alegría le dijo a todos los sentimientos:- ¡Gracias a todos por su ayuda! Juntos logramos que el amor encontrara su camino otra vez.
Los sentimientos se miraron unos a otros con una sonrisa y comprendieron que siempre debían estar unidos para ayudarse mutuamente. Aprendieron que cada uno tenía un papel importante en la vida y que solo trabajando juntos podían superar cualquier obstáculo. Desde aquel día, en Sentilandia reinó una mayor comprensión entre los sentimientos.
Todos aprendieron a valorar las diferencias y a trabajar juntos para hacer del mundo un lugar mejor.
Y así fue como el juego de las escondidas enseñó una valiosa lección: cuando nos apoyamos unos a otros, incluso en momentos difíciles, podemos encontrar nuestro camino hacia la felicidad.
FIN.