El viaje de los Sentimientos
Había una vez, en un bosque encantado, tres amigos inseparables: Lía la liebre, Tobi el tucán y Pipo el perro. Cada uno representaba un sentimiento diferente: Lía simbolizaba la felicidad, Tobi la empatía y Pipo la tristeza.
Un día, mientras jugaban en la clara del bosque, conocieron a otros animales que estaban en problemas. Un grupo de patitos se peleaba entre ellos porque uno de ellos, el pequeño Wally, tenía plumas distintas.
"¡No puedes jugar con nosotros! ¡Tus plumas son raras!" - gritó uno de los patitos.
Lía, siempre alegre, intentó intervenir.
"Chicos, no importa cómo se ve Wally, lo importante es que seamos amigos y juguemos juntos. ¡Miren lo bueno que es nadar todos juntos!"
Pero los patitos no le prestaron atención y continuaron discriminando a Wally.
Tobi, que entendía cómo se sentían ambos lados, decidió hablar.
"Espera un momento, ¿no se dan cuenta de que todos somos diferentes? ¡Eso es lo que nos hace especiales!"
Pero los patitos seguían enfadados.
"¡Él nunca podrá nadar tan bien como nosotros!" - dijo el pato más grande, que se llamaba Bruno.
Pipo, sintiéndose triste al escuchar esto, se acercó a Wally y le dijo:
"No le hagas caso. Lo importante es que tú te sientas bien.
¡Yo creo que eres genial!"
Wally sonrió un poco, pero aún se sentía triste. Rápidamente, Lía propuso:
"¡Hagamos una carrera! El que llegue primero al lago, ¡ganará un premio especial!"
Los patitos se entusiasmaban con la idea y aceptaron, todos se alinearon en la línea de partida. Lía, siempre llena de energía, dijo:
"¡Listos, listos, ya!"
Los patitos comenzaron a nadar, pero Wally aún tenía mucho temor. Sin embargo, en el camino, Tobi decidió acompañarlo.
"Vamos, Wally, yo sé que puedes hacerlo. ¡Nademos juntos!"
Así se tiraron al agua y, para tranquilidad de Wally, se dio cuenta de que nadar era muy divertido. Por otro lado, los patitos se hicieron un poco arrogantes, pensando que ganarían fácil. Sin embargo, al llegar a mitad de camino, Bruno empezó a tener problemas al intentar evitar chocar con unos troncos que flotaban.
"¡Ayuda! No puedo salir de este lío!"
Tobi vio la situación y gritó:
"¡Chicos, tenemos que ayudarlo!"
"¡¿Pero por qué? Él nunca quiere ser amigo de Wally!" - protestó uno de los patitos.
Lía, ya no riendo, les dijo "¿No ven? A veces, aunque seamos diferentes, necesitamos ayudarnos entre todos. ¡Nadie se queda atrás!"
Pipo, aunque triste, terminó sintiéndose fuerte. Después de todo, sus amigos estaban tratando de hacer lo correcto. Así que, juntos, nadaron hacia el grupo de patitos y ayudaron a Bruno a salir.
"Gracias, Wally. Me alegra que hayas venido a ayudarme" - dijo Bruno, con una voz llena de gratitud.
De repente, la tristeza se cambio por amor y empatía. Todos los patitos se dieron cuenta de que lo diferente no significaba malo.
"¡Lo siento, Wally!" - dijeron todos juntos.
"Te prometemos que seremos amigos, sin importar el color de tus plumas".
Desde ese día, Wally se unió al grupo y se volvió parte de la familia. Así, aprendieron la importancia de la empatía y la aceptación.
Y así, el bosque se llenó de risas, juegos y una gran amistad, comprendiendo que cada uno, con sus diferencias, valía la pena ser querido. Las tres emociones que los unieron: la empatía, la felicidad y el amor fueron más fuertes que cualquier tristeza o enojo.
Y así, Lía, Tobi y Pipo vivieron muchísimas aventuras más, enseñando en cada rincón del bosque que el amor y la aceptación siempre ganan en el bosque encantado.
FIN.