El viaje de los sueños
Érase una vez en un pueblito llamado Arcoíris, donde vivía una pareja de amigos muy especiales, Luna y Mateo. Eran inseparables y siempre compartían aventuras. Un día, Luna, que tenía el cabello brillante como el oro y una sonrisa que iluminaba el día, comenzó a sentirse un poco diferente. Su energía se desvanecía y a menudo necesitaba descansar. Mateo la llevó al médico y, tras varias pruebas, recibieron la noticia: Luna tenía que luchar contra una enfermedad llamada leucemia.
"¿Qué vamos a hacer, Mateo?" - preguntó Luna con lágrimas en los ojos.
"No te preocupes, Luna. Vamos a encontrar la manera de que estés bien. Juntos siempre estaremos" - respondió Mateo, decidido.
La enfermedad de Luna los llevó a investigar nuevas opciones de tratamiento. Un día, en internet, descubrieron que en un país lejano, llamado Esperanzia, había un medicamento que podía ayudar a Luna. Sin dudarlo, comenzaron a planificar un viaje.
"Mateo, ¿te animás a ir?" - preguntó Luna con esperanza.
"Claro que sí, haré lo que sea necesario para ayudarte" - respondió Mateo, lleno de valentía.
Juntos, ahorraron cada centavito que podían. Vendieron las cosas que no necesitaban y organizaron una pequeña feria en la plaza del pueblo.
"¡Hoy vendemos golosinas y juguetes! Todo lo que recaude, es para que Luna viaje a Esperanzia" - anunciaron a todos sus vecinos. La comunidad se unió y la feria fue un éxito.
Finalmente, después de varios días de trabajo, lograron juntar suficientes dinero para su aventura. Emocionados, tomaron un avión hacia Esperanzia. Al llegar, todo era diferente: los edificios eran altos, la comida tenía sabores desconocidos y la gente sonreía de una manera especial.
Al buscar el medicamento, se encontraron con un simpático anciano llamado Don Felipe, quien les explicó que el medicamento era muy difícil de conseguir.
"Pero si están dispuestos a ayudarme, podría guiarlos para conseguirlo" - les dijo Don Felipe.
"¿Qué podemos hacer?" - preguntó Mateo entusiasmado.
"Hay un jardín mágico que protege el último frasco del medicamento, y para llegar, necesitarán resolver tres acertijos" - explicó Don Felipe.
Así que, con renovada esperanza, comenzaron su misión. El primer acertijo era:
"Soy pequeño como un grano y ocupando mucho espacio, si me dejas volar, te llevaré lejos en un abrazo. ¿Qué soy?"
Luna pensó un momento y exclamó:
"¡Un globo!"
"¡Correcto!" - dijo Don Felipe, feliz.
El segundo acertijo fue:
"No tengo ojos ni voz pero puedo hablar de noche, si me mirás recibirás sueños llenos de derroche. ¿Quién soy?"
"¡Las estrellas!" - gritaron juntos, llenos de alegría.
Y el tercer acertijo, un poco más complicado:
"Soy agua en un río, pero en el mar soy un gigante, si me atrapas en tus manos, puedes cambiar tu instante. ¿Qué soy?"
Después de pensar un rato, Luna sonrió y dijo:
"¡La corriente!"
Don Felipe sonrió orgulloso.
"¡Lo han logrado! Ahora pueden entrar al jardín mágico."
Cuando entraron, se encontraron con un lugar lleno de flores multicolores y brillantes. En el centro, un frasco del medicamento que tanto buscaban. Luna lo tomó con manos temblorosas y, al hacerlo, sintió que su corazón latía más fuerte.
"¡Lo logramos, Mateo!" - exclamó con emoción.
"Sí, juntos podemos lograr lo que nos propongamos" - dijo Mateo, mirándola a los ojos.
De regreso a Arcoíris, Luna comenzó su tratamiento gracias al medicamento. Con el apoyo incondicional de Mateo y de su comunidad, a medida que pasaban los días, su condición mejoró. Aprendieron que el amor y la solidaridad son más poderosos que cualquier medicina.
Y así, Luna y Mateo siguieron compartiendo aventuras, recordando que la verdadera magia reside en la conexión que tenemos entre nosotros.
Fin.
FIN.