El viaje de los sueños
Había una vez, en una pequeña casa del campo, un niño llamado Lucas y su pareja, Martina. Lucas era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras observaba la noche estrellada desde su ventana abierta, un rayo de sol se filtró por ella e iluminó su rostro pensativo. - Martina, ¿sabes en qué estaba pensando recién? - preguntó Lucas emocionado. - No sé, cuéntame - respondió Martina con curiosidad.
Lucas tomó a Martina de la mano y juntos se sentaron en el alféizar de la ventana para disfrutar del cálido rayo de sol que los envolvía.
- Estaba pensando en todas las cosas maravillosas que podemos aprender del mundo que nos rodea - dijo Lucas con entusiasmo -. Cada día es una oportunidad para descubrir algo nuevo y emocionante. Martina sonrió y asintió con la cabeza. Ella también amaba aprender cosas nuevas.
- ¿Sabías que cada vez que vemos una estrella fugaz podemos pedir un deseo? - preguntó Lucas mirando al cielo lleno de estrellas brillantes. Martina rió y señaló hacia arriba. - ¡Mira! ¡Una estrella fugaz! Ambos cerraron los ojos rápidamente y pidieron sus deseos secretos.
Después abrieron los ojos y se miraron con emoción. - Espero que nuestros deseos se hagan realidad - dijo Martina esperanzada.
Lucas asintió con la cabeza y luego sugirió:- Pero no solo debemos esperar a que nuestros deseos se cumplan mágicamente, también debemos trabajar duro para lograrlos. Cada día podemos aprender algo nuevo que nos acerque a nuestros sueños. Martina asintió y sonrió. - Tienes razón, Lucas. Aprendamos algo nuevo cada día y trabajemos juntos para alcanzar nuestras metas.
Desde ese día, Lucas y Martina se convirtieron en grandes aprendices. Cada mañana, se despertaban emocionados por descubrir algo nuevo. Aprenderían sobre las estrellas y los planetas, sobre plantas y animales, sobre ciencia y arte.
Juntos exploraron el mundo con ojos curiosos y corazones abiertos. Con el tiempo, Lucas descubrió su pasión por la astronomía mientras Martina encontraba su amor por la pintura. Trabajaron arduamente para convertir sus pasiones en carreras exitosas.
Un día, cuando ya eran adultos, Lucas recordó aquella noche estrellada en la que tuvo esa inspiración. - ¿Recuerdas cuando estábamos sentados en el alféizar de nuestra ventana? - preguntó Lucas a Martina con una sonrisa nostálgica.
Martina asintió con cariño mientras pintaba un hermoso paisaje lleno de estrellas brillantes. - Aquella fue una noche mágica - dijo ella -. Nos enseñaste a nunca dejar de aprender y soñar. Gracias por eso. Lucas abrazó a Martina emocionado.
- Y gracias a ti por ser mi compañera en esta maravillosa aventura llamada vida - le susurró al oído antes de besarla dulcemente. Y así, Lucas y Martina continuaron aprendiendo juntos durante toda su vida.
Siempre recordaron aquella noche estrellada y el rayo de sol que iluminó sus sueños. Y nunca dejaron de buscar nuevas aventuras, porque sabían que la vida está llena de sorpresas y oportunidades esperando ser descubiertas.
FIN.