El Viaje de los Verbos



Había una vez, en el colorido pueblo de Verbópolis, un grupo de verbos que vivían inquietos por salir a explorar el mundo. Los verbos eran palabras muy curiosas y estaban divididos en dos grupos: los verbos de acción, como Correr, Saltar, y Nadar, y los verbos estáticos, como Ser, Estar, y Parecer.

Un día, mientras jugaban en la plaza del pueblo, Correr exclamó:

- ¡Quiero salir a la aventura! ¡Hay tanto por ver!

Saltar, siempre lleno de energía, amplió su voz:

- ¡Yo te acompaño! ¡Desde las alturas, podríamos ver el mundo desde otro ángulo!

Mientras tanto, Estar, que prefería la seguridad de su lugar habitual, respondió:

- ¿Pero qué hay de malo en quedarnos aquí? Este lugar es perfecto para sentirnos cómodos.

Pero Correr y Saltar ya habían decidido que no podían quedarse parados. Así que se despidieron de Estar y se adentraron a la misteriosa Selva de los Subjuntivos, donde se decía que había verbos que arreglaban problemas con magia.

Al entrar, se dieron cuenta de que la selva estaba llena de sorpresas. Olvidar, un verbo travieso, apareció de repente y dijo:

- ¡Hola, amigos! ¿Qué buscan en la selva?

- ¡Aventuras! – respondió Correr, emocionado.

- ¡Eso suena bien! – dijo Olvidar mientras hacía piruetas. – Pero tengan cuidado con No poder, él es un poco gruñón.

Sin embargo, Correr y Saltar estaban decididos. Continuaron hasta que encontraron a No Poder, quien estaba frustrado porque no podía avanzar para alcanzar algo que quería.

- ¿Qué te pasa? – preguntó Saltar, acercándose con curiosidad.

- ¡No sé cómo seguir! – gritó No Poder. – Ojalá pudiera saltar tan alto como ustedes.

Correr se acercó y dijo:

- Todos tenemos habilidades diferentes. ¿Qué tal si te ayudamos? ¿Qué tal si intentamos juntos?

Y así, los tres se unieron. Correr le dio consejos sobre cómo moverse, Saltar le enseñó a usar su energía, y poco a poco, No Poder comenzó a encontrar su propio ritmo.

Pero de repente, una brisa fuerte sacudió la selva y las palabras comenzaron a volar. Estar, que había decidido seguirlos.

- ¡Chicos! ¡Yo también quiero ayudar! ¡No debemos olvidar que la unión hace la fuerza! – gritó mientras alcanzaba a su grupo.

Los cuatro verbos juntos comenzaron a construir una rampa con piedras para ayudar a No Poder, pero justo cuando estaban a punto de terminarlo, un vocabulario antiguo gritó desde lo alto:

- ¡Deténganse! ¡No pueden hacer esto sin antes aprender el valor de los esfuerzos!

Fue entonces que Correr y Saltar se miraron desconcertados. ¿Cómo aprenderían el valor de los esfuerzos?

Olvidar, que había estado escuchando, sugirió:

- ¿Y si hacemos una carrera? ¡El ganador podrá usar la rampa primero!

- ¡Eso suena divertido! – dijo Estar, que había comenzado a disfrutar de la experiencia.

Así que organizaron la carrera. Todos se alinearon, y al grito de "¡Ya!", comenzaron a patear el suelo con todas sus ganas. Pero no sólo estaban corriendo, sino descubriendo que había que trabajar juntos, ayudarse y compartir.

De repente, cuando llegaron a la meta, todos gritaron alegremente.

- ¡Todos ganamos! – dijo Correr, con una gran sonrisa.

Finalmente, con ese nuevo entendimiento, todos juntos ayudaron a No Poder a alcanzar su sueño. Así, el grupo de verbos se dio cuenta de que cada uno tiene su propio ritmo, y que la ayuda y la amistad son fundamentales.

Volvieron a Verbópolis, felices y con nuevas historias para contar. Y desde ese día, nunca dejaron de explorar y aprender, sabiendo que cada verbo tiene un gran valor, incluso los que parecen menos importantes.

Desde entonces, Verbópolis se convirtió en un lugar aún más vibrante, donde todos los verbos aprendieron a complementarse y a vivir aventuras juntos.

FIN.

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