El Viaje de Luca
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde todos los colores brillaban con intensidad, vivía un niño llamado Luca. Luca era un chico diferente, tenía una visión del mundo que era única y especial, como un caleidoscopio que siempre deslumbraba a quienes lo rodeaban.
Un día, durante el recreo en la escuela, Luca estaba solo en un rincón del patio, observando las nubes. Mientras sus compañeros jugaban al fútbol y se reían, él estaba concentrado en ver figuras en el cielo.
"¿Qué mirás, Luca?" - le preguntó su compañera Sofía, curiosa.
"Veo un dragón enorme volando por el cielo" - respondió Luca emocionado.
"No veo nada de eso, pero me encantaría poder imaginármelo" - dijo Sofía, maravillada por la creatividad de su amigo.
Un poco después, el profesor de arte, el Sr. Pérez, organizó un concurso de dibujos. Todos debían representar su sueño más grande en una hoja en blanco. Luca estaba entusiasmado, ya que siempre había amado dibujar. Sin embargo, cuando se acercó a las mesas para trabajar, notó que todos sus compañeros hablaban y reían entre ellos.
Al ver la alegría en sus rostros, Luca sintió un pequeño nudo en su estómago y se sentó en su rincón favorito, sosteniendo sus lápices de colores. Se puso a pensar en su sueño.
"Quiero mostrarle al mundo cómo veo las cosas" - murmuró para sí mismo. Con los ojos brillantes, empezó a dibujar.
Luca dibujó un cielo lleno de dragones de colores, árboles que susurraban secretos y ríos que danzaban. Pasaron las horas y, aunque algunos niños intercambiaban ideas, él siguió su propio camino. Cuando al fin terminó, se sintió orgulloso de su creación.
"¡Mirá este dragón!" - gritó un niño al ver la obra de Luca. "Es increíble, ¿cómo hiciste para imaginarlo así?"
"Es como si estuviera volando en mi cabeza", explicó Luca con una sonrisa.
El día de la presentación llegó, y cada uno mostró su obra mientras todos aplaudían. Cuando fue el turno de Luca, él subió nervioso al escenario. Pero en cuanto mostró su dibujo, el silencio se apoderó del lugar. Todos quedaron asombrados.
"¡Guau!" - exclamó Sofía. "Nunca pensé que alguien pudiera ver el mundo de esa manera."
"Yo no lo veo, pero ahora me gustaría vivirlo" - agregó un niño de la clase.
Al escuchar esto, Luca se sintió feliz y menos solo. Agradeció en su corazón a sus compañeros por entender su visión especial. Esa misma tarde, el Sr. Pérez, emocionado, dijo:
"Luca, este dibujo es una obra de arte. No solo has compartido tu sueño, sino que también has inspirado a todos a ver el mundo a través de tus ojos."
El concurso no solo trajo alegría, sino que creó un nuevo camino de amistad. Los niños empezaron a acercarse a Luca, compraron colores para dibujar juntos y le pidieron que les contara sobre otros mundos que había imaginado.
Poco a poco, Luca se convirtió en el “artista del aula”, y todos aprendieron que cada uno puede ver el mundo de forma diferente y eso está bien. Cada mirada única es un regalo que vale la pena descubrir.
Finalmente, Luca entendió que aunque a veces se sintiera diferente, su manera de ver la vida era como un vasto océano de creatividad. A través de su arte, había enseñado que la amistad y la comprensión son colores que enriquecen el lienzo de la vida.
Y así, en aquel pequeño pueblo de Arcoíris, la luz de la amistad brilló aún más, iluminando los corazones de todos los niños, quienes aprendieron a celebrar sus diferencias y a crear juntos un mundo lleno de posibilidades.
FIN.