El Viaje de Lucas
Había una vez un chico llamado Lucas, que vivía en un pintoresco pueblo llamado Almedro. Lucas era un joven aventurero, siempre con ganas de explorar el mundo. Un día, mientras jugaba en el jardín, sus padres le hicieron una advertencia,
"Lucas, querido, en la vida hay caminos que parecen atractivos, pero pueden estar llenos de piedras. Escucha nuestras recomendaciones, no queremos que te lastimes" - le dijo su mamá, con voz dulce pero seria.
Lucas asintió, pero en su corazón de explorador, pensó que sabía lo que hacía. Al día siguiente, decidió salir a explorar la "Gran Carretera de la Vida", un camino famoso en su pueblo por sus paisajes hermosos.
Emprendió el viaje lleno de entusiasmo. Al principio, la carretera era espectacular. Había flores de todos los colores, mariposas volando y un sol brillante que le daba energía.
"¡Esto es maravilloso!" - gritó mientras corría, sin preocuparse por lo que venía después.
Sin embargo, a medida que avanzaba, comenzó a encontrar piedras y obstáculos en el camino. Primero, fue una roca grande y puntiaguda. Lucas recordó las palabras de su padre.
"Debo rodearla" - se dijo. Pero al verla tan fácil de saltar, decidió seguir adelante, desoyendo el consejo.
Saltó y... ¡plaf! Cayó de bruces, raspándose la rodilla. Y aunque no se lastimó gravemente, lo que más le dolía era la vergüenza.
"¡Ay! ¡Esto no estaba en mis planes!" - exclamó, mientras se limpiaba las lágrimas.
Se levantó y siguió caminando. Poco después, encontró un grupo de amigos que estaban haciendo una fiesta al costado del camino. Se veía tan divertido, que se acercó.
"Hola, Lucas, ven a jugar con nosotros" - lo llamaron sus amigos.
Lucas pensó por un momento en lo que le dijeron sus padres.
"Tal vez un rato no me haga daño..." - pensó para sí mismo. Así que, decidió unirse a ellos, pero se olvidó del resto del camino. Rieron, jugaron y comieron dulces hasta que el sol comenzó a ocultarse.
Una vez terminada la fiesta, Lucas se dio cuenta de que había oscurecido y no sabía por dónde volver. Comenzó a sentirse asustado. No quería que sus padres se preocuparan, pero sintió que se había perdido. Buscó por todos lados, pero estaba rodeado de sombras.
"¿Qué voy a hacer?" - se preguntó, temeroso. Recordó otra advertencia de su mamá:
"Siempre ten cuidado, nunca te alejes de casa sin decirnos a dónde vas".
Entonces, recordó el camino que había recorrido y pensó que podría volver si se concentraba. Se tomó un momento para respirar y calmó sus pensamientos.
Así que empezó a retracer su camino, cuidando de no tropezar con las piedras.En el camino, recordó lo que siempre le decían sus padres sobre la importancia de escuchar sus advertencias.
"La experiencia de mis padres vale oro" - murmuró, sintiendo que había aprendido su lección de la manera más difícil.
Después de lo que pareció una eternidad, finalmente llegó a casa. Su padre lo esperaba en la puerta, con una mirada preocupada que se transformó en alivio al verlo.
"Lucas, ¡estábamos preocupados!" - exclamó su padre.
"Lo siento tanto, papá. Prometo escuchar las advertencias de ustedes de ahora en adelante" - respondió Lucas, con sinceridad.
No sólo había aprendido sobre la importancia de la obediencia, sino también sobre el valor de la experiencia de sus padres. Desde ese día, Lucas se volvió más cauteloso y siempre tomaba en cuenta los consejos de su madre y su padre, ya que comprendió que su amor era más grande que cualquier aventura que pudiera tener.
Y así, Lucas aprendió a caminar por la carretera de la vida, consciente de las piedras y siempre con un ojo en el horizonte. Cuando llegó a casa esa noche, se sintió agradecido.
"Mañana será un nuevo día y aprenderé más. Ya no me perderé de nuevo" - se dijo a sí mismo, mientras se acomodaba en su cama, listo para soñar con nuevas aventuras, pero esta vez, un poco más sabio.
FIN.