El Viaje de Lucas a Uruguay
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo de Francia. Lucas era un niño curioso, siempre lleno de preguntas sobre el mundo. Un día, su mamá le reveló una noticia extraordinaria.
"Lucas, hemos decidido mudarnos a Uruguay", dijo su mamá con una sonrisa.
"¿Uruguay? ¿Dónde está eso?" preguntó Lucas, frunciendo el ceño.
"Es un país en América del Sur, lejos de aquí, pero es hermoso", explicó su mamá.
Lucas sintió un revuelo en su estómago. Habría que dejar su casa, sus amigos, e incluso su adorable gato, Momo. Sin embargo, la curiosidad de Lucas fue más fuerte que su tristeza. Como un aventurero, se embarcó en un viaje hacia lo desconocido.
Tras muchas horas de vuelo, Lucas llegó a Montevideo, la capital de Uruguay. Allí lo recibió su papá, quien había llegado unas semanas antes para trabajar.
"Bienvenido, Lucas! Te va a encantar este lugar, tiene playas y muchos animales", dijo su papá, abrazándolo con fuerza.
Una vez instalados en su nuevo hogar, Lucas comenzó a explorar. En su barrio conoció a una niña llamada Valentina, que estaba jugando en el parque.
"¡Hola! Soy Lucas, vengo de Francia", dijo Lucas tímidamente.
"¡Hola! Soy Valentina. ¿Sabés que aquí jugamos al fútbol, al fútbol en serio! ¡Te va a encantar!", exclamó Valentina.
Lucas sentía que la barrera del idioma era un océano profundo, pero pronto aprendió algunas palabras en español, y Valentina se convirtió en su mejor amiga. Juntos jugaban al fútbol y hacían picnics en la playa, pero había algo más que intrigaba a Lucas: los caballos.
Un día, Lucas vio a un grupo de niños montando a caballo en el campo. No podía contener su emoción.
"¿Puedo intentar montar?", preguntó Lucas.
"¡Claro!", respondió uno de los chicos. "Es genial. Ven y te enseñamos."
Lucas montó su primer caballo, llamado Tato, y sintió una conexión especial con el majestuoso animal. Sin embargo, un día, mientras galopaban, Tato se asustó y Lucas casi cae. Con miedo, decidió que no quería volver a montar.
Regresó a casa cabizbajo y se lo contó a Valentina.
"¿Por qué te rendirías tan fácil? A veces las cosas dan miedo, pero hay que intentarlo de nuevo. ¡Vamos juntos!", le animó Valentina.
Esa tarde, Lucas decidió que volvería a montar. Juntos, Valentina y Lucas fueron al campo. Con el aliento entrecortado y un poco de nervios, subió a Tato de nuevo.
"Respira hondo, Lucas. ¡Vos podés!", lo alentó Valentina.
Lucas se sintió poderoso. Aunque sintió el miedo, al final logró disfrutar del paseo. Descubrió que enfrentarse a los miedos era parte de la aventura.
Con el tiempo, Lucas se sintió más integrado en su nuevo hogar. Aprendió a decir —"gracias" y "por favor" en español. También disfrutó de las empanadas, los asados y los atardeceres en la playa.
Un día, en la escuela, los profesores organizaron una feria cultural. Lucas decidió presentar a su país, Francia.
"Voy a llevar croissants y contarles sobre la Torre Eiffel", les dijo a sus amigos.
"¡Sí! También podemos aprender a bailar un poco de 'can-can'", dijo Valentina, emocionada.
El día de la feria, todos disfrutaron de la comida y aprendieron sobre Francia. Gracias a su valentía y a su deseo de compartir, Lucas unió a sus amigos en una pequeña danza. Al final del día, Lucas se dio cuenta de que aunque el cambio había sido difícil, había encontrado un lugar lleno de amigos y aventuras.
"Uruguay va a ser mi segundo hogar", pensó Lucas, sonriendo mientras veía el sol ocultarse en el horizonte.
Y así, el niño francés no solo se adaptó a su nuevo país, sino que también dejó una huella de alegría y amistad donde quiera que iba. Desde entonces, Lucas supo que los miedos son solo oportunidades disfrazadas y que su curiosidad siempre lo llevaría a nuevas aventuras.
FIN.