El viaje de Lucas al aprendizaje
En un pequeño colegio de Buenos Aires, un niño llamado Lucas soñaba con viajar a España para conocer a su primo Juanito, pero había un problema: ¡Lucas no hablaba español bien! Se sentía nervioso cada vez que pensaba en tener que hablar con él.
Un día, mientras estaba en clase, la maestra Mabel, una mujer cariñosa con una gran sonrisa, notó que Lucas estaba inquieto.
"Lucas, ¿qué pasa?"
"Seño, tengo miedo de hablar en español con mi primo Juanito... no sé si voy a poder hacerlo bien", respondió él, mirando al suelo.
"No te preocupes, Lucas. Todos aprendemos a nuestro ritmo. ¿Por qué no intentamos practicar juntos?"
Así empieza la historia de Lucas. Durante las siguientes semanas, la maestra Mabel ayudó a Lucas con juegos de palabras y canciones. Un día, decidieron hacer un concurso de palabras en la clase.
"¡A ver, Lucas! ¿Puedes decirme una palabra que empiece con 'B'?"
"Uh… b… bicicleta!"
"¡Muy bien! Ahora, ¿puedes usarla en una frase?"
"Yo tengo una bicicleta... con muchas luces."
"¡Perfecto! Estás mejorando. ¡Vamos por más!"
Aunque Lucas seguía sintiéndose nervioso, se dio cuenta de que cada vez encontraba más palabras. Sin embargo, cuando llegó el día para hablar con Juanito, su ansiedad volvió a aparecer.
"No sé si puedo hacerlo, seño", le dijo Lucas con los ojos llenos de dudas.
"Recuerda, Lucas, la práctica te hará fuerte. Lo más importante es que te diviertas", le respondió la maestra.
El momento tan esperado llegó. Lucas se sentó frente a su computadora y vio la cara sonriente de su primo.
"¡Hola, Lucas!" dijo Juanito entusiasmado.
Lucas sonrió, pero al abrir la boca, no pudo pronunciar una palabra. Después de un silencioso momento, Juanito habló de nuevo.
"¿Sabes qué? ¡Me encantaría enseñarte a jugar a un juego de mesa!"
La idea de jugar a un juego atrajo la atención de Lucas.
"¿Cómo se llama?" preguntó entusiasmado.
"Se llama ‘La Isla del Tesoro’, y puedo explicarte las reglas en español. No te preocupes, yo te ayudaré en todo lo que necesites".
Mientras Juanito explicaba las reglas, Lucas se sentía más cómodo.
"¿Y si no entiendo algunas palabras?"
"No importa, Lucas. ¡Jugar también es aprender! Además, si no entiendes algo, pregúntame. A mí me gusta ayudar a mi primo."
La risa y la emoción del juego hicieron que Lucas olvidara sus temores. Como si fuera un ejercicio de magia, sus palabras comenzaron a fluir.
"¡Juanito! ¡Yo tengo el mapa!", gritó Lucas con alegría.
La conexión con su primo lo embargaba de confianza.
El tiempo pasó volando, y al final de la partida, Lucas había hablado muchísimo más de lo que pensó que podía. Se sintió feliz y satisfecho.
"¡No puedo creer que hable tanto, Juanito!" dijo riendo.
"Yo sabía que podías, ¡y lo hiciste muy bien!" respondió Juanito.
Desde entonces, Lucas entendió que no se trataba solo de hablar bien, sino de disfrutar y comunicarse. Con el apoyo de su maestra y su primo, aprendió que podía superar cualquier temor cuando se trata de aprender algo nuevo.
Al regresar a la escuela, Lucas se sentía un poco más seguro con el español.
"¡Seño Mabel, hablé mucho más con Juanito!"
"¡Qué bien, Lucas! ¡Estoy muy orgullosa de vos!"
A partir de ese día, Lucas siguió practicando, cada día más dispuesto a enfrentar sus temores y disfrutar de las nuevas palabras que aprendía.
"Sé que hablar no siempre será fácil, pero estoy listo para la aventura”, dijo Lucas lleno de confianza.
Y así, Lucas siguió aprendiendo y descubriendo que, a veces, la clave para superar los miedos está en jugar, reír y disfrutar con los demás.
FIN.