El viaje de Lucas y sus caballos
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de llanuras verdes y cielos despejados, un niño llamado Lucas que adoraba cuidar de sus caballos. Tenía tres: Nieve, un caballo blanco y rápido como el viento; Sombra, un perezoso pero dulce caballo negro; y Estrella, una yegua llena de energía y alegría. Lucas pasaba horas en el establo, alimentándolos, cepillándolos y contándoles historias sobre sus sueños.
Un día, Lucas recibió una carta de su abuela que vivía en la ciudad. Ella lo invitaba a pasar unas semanas con ella. Aunque estaba emocionado por la aventura, el pensamiento de dejar a sus caballos lo hacía sentir triste.
"Mama, no quiero dejar a Nieve, Sombra y Estrella solos. ¿Quién los cuidará?" - preguntó Lucas con los ojos tristes.
"No te preocupes, querido, tu vecino el señor Pérez se encargará de ellos mientras estás fuera. Él conoce bien a los caballos y los quiere mucho." - le respondió su madre, tratando de darle ánimos.
Lucas emprendió su viaje con el corazón dividido. En el camino, soñaba con volar en las nubes y correr libre con sus caballos. Mientras tanto, el señor Pérez, que pretextaba ser un amante de los animales, realmente no tenía buenas intenciones. Poco a poco, comenzó a maltratar a Nieve, Sombra y Estrella: olvidaba alimentarlos, los mantenía en condiciones inadecuadas y uno de los días incluso se olvidó de cerrar la puerta del establo.
De vuelta en el pueblo, una tarde lucía soleada y cálida cuando Lucas decidió llamar a casa.
"Hola, mamá, ¿cómo están mis caballos?" - preguntó entusiasmado.
"Están bien, Lucas, están bien..." - respondió su madre con una voz un tanto nerviosa.
El corazón de Lucas comenzó a latir más rápido, algo no andaba bien. Cuando regresó a casa, se encontró con una triste realidad. Los caballos estaban débiles, sucios y tristes en su establo.
"¿Qué pasó?" - exclamó Lucas con lágrimas en los ojos al ver a sus queridos amigos en ese estado.
El señor Pérez, al darse cuenta de que Lucas había regresado, intentó justificarse.
"Estaban bien, aprendiendo a ser más fuertes..." - dijo nervioso.
Pero Lucas sabía que eso no era cierto. Sin pensarlo dos veces, se arrodilló junto a ellos y comenzó a acariciar sus cabezas.
"Lo siento tanto, chicos, no tengo que permitir que nadie los trate así. Voy a cuidarlos como ustedes se merecen." - les prometió Lucas firmemente.
Con el apoyo de su madre, Lucas empezó a cuidar a Nieve, Sombra y Estrella como nunca antes. Se pasaba horas alimentándolos correctamente, cepillándolos con cariño y, sobre todo, dándoles amor.
"¡Volverán a ser tan felices como antes!" - decía, mientras los caballos comenzaban a recuperar su energía.
Los días pasaban, y poco a poco, los caballos comenzaron a restablecerse. Lucas se dedicó a realizar pequeñas carreras en las llanuras, las cuales Nieve, Sombra y Estrella disfrutaban de todo corazón.
Un día, mientras jugaban juntos, Lucas notó algo extraño en el aire. Era un grupo de chicos del pueblo que se burlaban de un caballo que habían encontrado abandonado.
"¿Por qué le hacen eso? ¡No está bien!" - gritó, recordando lo que él había vivido.
"¡Es solo un caballo!" - dijo uno de los chicos con desdén.
Pero Lucas, sintiendo empatia, se acercó y con firmeza les habló.
"¡Los caballos sienten y tienen derechos! Debemos ayudarlo en vez de burlarnos. Vamos a darle amor, como deberíamos darle a todos los animales." - sugirió con entusiasmo.
Los chicos lo miraron y, sorprendidos por su pasión, decidieron seguir su ejemplo. Juntos, se acercaron al caballo.“
Lucas organizó un pequeño grupo en la escuela, y al final, todos fueron a ayudar al caballo. Este gesto inspiró a muchos a ser más compasivos con los animales, y Lucas se convirtió en un héroe para sus amigos y sus caballos.
Los días siguieron, y Lucas nunca olvidó la lección que aprendió: el amor y el cuidado son la clave para crear un mundo mejor para todos, sean humanos o animales. Desde aquel día, el pueblo se unió al niño que amaba a sus caballos, y juntos hicieron de su hogar un lugar lleno de amor por los animales.
Ya no había un solo caballo maltratado en el pueblo: todos aprendieron a querer y cuidar de estos hermosos seres. Y así, Lucas, Nieve, Sombra y Estrella vivieron felices, corriendo por las llanuras, rodeados de la alegría que ellos mismos habían cultivado.
FIN.