El Viaje de Lucía a la Oscuridad



Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Lucía. A Lucía le encantaba jugar durante el día, correr en el parque con sus amigos y explorar los rincones de su casa. Sin embargo, cuando llegaba la noche, la oscuridad le llenaba el corazón de miedo.

Cada vez que el sol se ocultaba y las luces comenzaban a parpadear, Lucía llamaba a su madre:

"¡Mamá!"

"¿Qué pasa, mi amor?"

"No puedo dormir. Ven acompañarme, por favor."

La madre de Lucía, con infinita paciencia, entraba al cuarto y le decía:

"No te preocupes, cielo. Estoy aquí contigo. ¿Por qué tienes miedo de la oscuridad?"

Lucía suspiraba y respondía:

"Es que no sé qué hay en la oscuridad. A veces escucho ruidos extraños..."

Su madre la abrazaba y le explicaba

"La oscuridad no es mala, Lucía. Hay muchos secretos y cosas maravillosas que se esconden cuando cae la noche."

Pero Lucía no estaba convencida. Así que todas las noches, su madre se quedaba con ella, hasta que se dormía.

Un día, mientras jugaba con su mejor amiga Ana en el parque, Lucía escuchó sobre un evento especial que tendría lugar en la plaza esa noche: la Noche de las Estrellas. La novia de los cielos iba a brillar, y todos estaban invitados a ver.

"¡Vamos, Lucía! No te lo podés perder. Es una cita especial. Todos van a estar ahí."

Pero la imagen de lo oscuro y desconocido le llenó el estómago de mariposas.

"No sé, Ana... No quiero estar en la oscuridad."

"Pero... si venís, podrías ver cosas increíbles. El cielo lleno de estrellas y tal vez hasta escuchar historias sobre ellas."

Después de pensarlo un rato, Lucía tomó una decisión.

"Está bien, voy a ir. Pero necesitaré la ayuda de mi mamá."

Esa noche, mientras se preparaba, Lucía estaba un poco nerviosa.

"Mamá, ¿me acompañarás a ver las estrellas?"

"Claro, amor. Pero te prometo que me quedaría solo un ratito. Quiero que lo disfrutes."

Lucía asintió y juntas salieron al parque. La plaza estaba iluminada con luces de colores y había un aire de emoción que la envolvía.

"¡Mirá cuántas estrellas!" exclamó Ana.

"¡Son hermosas!" dijo Lucía, maravillada.

Y aunque la oscuridad la rodeaba, la alegría de sus amigos y la belleza del cielo la animaron a dar un paso adelante. Cuando su madre le dijo que podía ir a sentarse con Ana, Lucía sintió que estaba a punto de enfrentar sus miedos.

"Voy a intentarlo," pensó. Y aunque su corazón latía rápido, comenzó a disfrutar del momento. Cada vez que miraba al cielo, la oscuridad parecía menos aterradora.

Mientras miraban las estrellas, un anciano comenzó a contar historias sobre ellas:

"¿Sabían que las estrellas son como faros en la distancia, que nos guían y nos llenan de esperanza?"

Lucía escuchaba atenta.

"Algunas personas creen que, al hacer un deseo cuando vemos una estrella, puede hacerse realidad."

Intrigada, Lucía decidió intentar:

"Deseo no tener miedo de la oscuridad."

El anciano sonrió.

"A veces, lo que más tememos es lo que mejor podemos aprender a comprender. Si mirás con el corazón, verás que la oscuridad también tiene su magia."

Aquel comentario se quedó en la mente de Lucía. La noche continuó, y aunque al principio sentía un nudo en el estómago, con cada historia y cada rayo de luz, su miedo fue desapareciendo.

Al finalizar el evento, Lucía se sintió contenta y satisfecha.

"Gracias, mamá, por estar siempre conmigo."

"Siempre, cariño. Pero hoy pudiste afrontar tu miedo solita. Estoy muy orgullosa de vos."

A partir de esa noche, Lucía entendió que la oscuridad no era su enemiga, sino un espacio lleno de posibilidades.

Comenzó a disfrutar de las noches, a mirar las estrellas desde su ventana y a inventar historias sobre lo que ellas podrían contar. Ya no necesitaba la compañía de su mamá para dormir. Empezó a ser valiente y a mirar lo desconocido como una aventura en lugar de un temor.

Y así, Lucía convirtió su miedo en curiosidad, y cada noche, la oscuridad se llenaba de sueños y estrellas brillantes.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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