El viaje de Luna en busca de amor y aventuras


Había una vez en un pequeño pueblo, una señora muy aseñorada llamada Margarita. Tenía la cara llena de pecas y una barriga muy grande que parecía esconder un gran secreto.

Todos en el pueblo se preguntaban qué podría ser. Un día, Margarita dio a luz a una hermosa niña llamada Luna, pero pronto descubrieron que tenía parálisis cerebral.

A pesar de las dificultades, Margarita amaba a su hija con todo su corazón y estaba decidida a darle la mejor vida posible. Margarita tenía un amigo muy especial llamado Mateo, un aventurero empedernido que siempre estaba buscando nuevas emociones. Al ver la situación de Margarita y Luna, decidió llevarlas consigo en un viaje alrededor del mundo.

"Margarita, sé que las cosas no han sido fáciles para ti y Luna, pero creo que juntas podemos vivir grandes aventuras y descubrir lo maravilloso que es el mundo", dijo Mateo con entusiasmo.

Margarita dudó al principio, preocupada por el bienestar de Luna, pero finalmente aceptó la propuesta de su amigo. Empacaron sus maletas, tomaron la mano de Luna y se embarcaron en esta increíble aventura.

Su primer destino fue París, donde pasearon por las calles empedradas y disfrutaron de croissants recién horneados mientras veían la Torre Eiffel brillando bajo el sol. Luna reía y sonreía como nunca antes lo había hecho.

Luego viajaron a África, donde conocieron a personas increíbles que les enseñaron sobre la importancia de la diversidad y la inclusión. Luna jugaba con niños locales sin importar las diferencias culturales o lingüísticas. El viaje continuó por Asia, Oceanía y América; cada lugar dejaba en ellas lecciones valiosas sobre resiliencia, solidaridad y amor incondicional.

Margarita se dio cuenta de lo fuerte que era su hija y lo mucho que podían lograr juntas. Finalmente regresaron al pueblo natal, donde fueron recibidas con alegría por todos los vecinos.

Margarita miró a Luna con orgullo y amor infinito; sabía que juntas habían vivido algo extraordinario. La barriga grande de Margarita ya no era un misterio para nadie: estaba llena de amor incondicional por su hija Luna.

Y las pecas en su rostro eran como estrellas que iluminaban su camino hacia un futuro lleno de esperanza.

Desde entonces, Margarita siguió siendo esa señora aseñorada con pecas en el rostro; pero ahora también era conocida como la valiente mujer que recorrió el mundo junto a su hija para mostrarle lo hermosa e infinita que puede ser la vida cuando se tiene amor en el corazón. Y todo gracias a la ayuda desinteresada de su amigo Mateo.

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