El Viaje de Luz



En un pequeño pueblo llamado Pantalia, todos los niños pasaban horas frente a las pantallas de sus tablets y computadoras. Entre ellos estaba Luz, una niña curiosa y aventurera, que pasaba mucho tiempo jugando a videojuegos y mirando videos. Pero, un día, algo inesperado sucedió.

Luz despertó con un gran malestar. Se sentía cansada, con los ojos enrojecidos y no tenía ganas de comer. Su mamá, al verla así, se preocupó.

"Luz, ¿qué te pasa?" - preguntó su mamá con voz suave.

"No sé, mamá. Me duele la cabeza y estoy muy cansada" - respondió Luz, mientras se frotaba los ojos.

La mamá de Luz decidió llevarla al médico, quien le hizo algunas preguntas. Al final, le dijo algo que cambiaría la vida de Luz.

"Lo que tienes, Luz, es el resultado de pasar mucho tiempo frente a las pantallas. Necesitas descansar los ojos y hacer otras actividades al aire libre" - explicó el médico.

Luz se sintió un poco triste y sorprendida, pero también tenía curiosidad. Ya no podía pasar tanto tiempo jugando en su tablet.

"¿Y qué puedo hacer, doctor?" - preguntó Luz con un hilo de voz.

"Podés explorar el mundo a tu alrededor. Hay tantas aventuras afuera, quienes lo intentan la pasan muy bien" - respondió el médico sonriendo.

Así, Luz volvió a casa y decidió cumplir con el consejo del médico. Pero, al principio, le costó dejar su tablet de lado. En su habitación, la pantalla brillaba tentadoramente, pero Luz recordaba las palabras del doctor.

"¡Ya basta!" - se dijo a sí misma, y salió al jardín. La primera vez que pasó tiempo afuera, sintió cómo le daba el aire fresco en la cara.

En el jardín, se encontró con su vecino, Mateo, quien estaba volando una cometa. La cometa danzaba en el cielo y su colorido brillante la llenó de alegría.

"¡Hola, Luz! ¿Querés volar conmigo?" - le preguntó Mateo.

"No sé... nunca volé una cometa" - contestó Luz, un poco dudosa.

"No importa, yo te enseño. ¡Es divertido!" - insistió él con una sonrisa elaborada.

Movida por la curiosidad, Luz decidió intentarlo. Así, mientras volaban la cometa, empezó a reírse y a disfrutar de ese momento. El viento acariciaba su rostro y pronto se olvidó de su malestar.

Al día siguiente, salió a explorar el parque con sus amigos. Jugaban en el campo, corrían, hacían picnics y, lo mejor de todo, reían juntos. Luz se dio cuenta de que había un mundo lleno de colores, risas y aventuras esperando ser descubierto.

"Chicos, ¿por qué no hacemos un club de exploradores? ¡Vamos a disfrutar al aire libre todos los días!" - exclamó Luz emocionada.

"¡Sí! ¡Vamos a ver la naturaleza!" - gritaron todos.

Pronto, el grupo de amigos se juntaba todos los días para ser exploradores. Recorrían senderos, observaban las aves, recolectaban hojas y compartían cuentos bajo los árboles. La vida fuera de las pantallas se volvió emocionante y cada día era una nueva aventura.

Con el tiempo, Luz ya no sentía aquella pesadez ni el cansancio. Se había llenado de energía, risas y colores. Las pantallas habían quedado de lado, y su salud y su felicidad estaban por las nubes.

"Gracias, médico, por abrirme los ojos" - murmura para sí mientras observa la puesta del sol con sus amigos.

Pasaron semanas y su vida había cambiado espectacularmente. Un día, mientras exploraba un sendero, Luz encontró un viejo libro en el suelo, titulado "Las Aventuras de la Naturaleza".

"¡Chicos! Miren lo que encontré. ¡Un libro de aventuras! Vamos a leerlo juntos" - dijo, ilusionada.

Así, los amigos se sentaron en un círculo alrededor de un árbol grande, abrieron el libro y comenzaron a leer los relatos de exploraciones pasadas. Mientras leían, entendieron que la mejor aventura siempre fue salir a descubrir el mundo real.

Al fin del día, Luz sonrió y exclamó:

"¿Ven? La vida es una increíble aventura, ¡y no la necesitamos vivir a través de una pantalla!"

Todos asintieron y de esa manera, Luz y sus amigos aprendieron que el mundo real tiene un sinfín de sorpresas, tan emocionantes como los videojuegos, ¡pero mucho más saludables! La historia culminó en días llenos de risas, naturaleza y exploraciones, y Luz nunca volvió a mirar su tablet de la misma manera. Y así, Pantalia se convirtió en un lugar donde el aire libre y la diversión eran prioridad, ayudando a los niños a llevar una vida sana y feliz.

Desde entonces, al mirar el atardecer, Luz siempre recordaba lo afortunada que era de haber salido de las pantallas y abrazar la vida real. Sin duda, ella había encontrado su camino hacia la felicidad.

FIN.

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