El viaje de Martín y Monstrini


Había una vez un niño llamado Martín, a quien le encantaba explorar el bosque detrás de su casa. Un día, mientras caminaba entre los árboles y las rocas, escuchó un ruido extraño que provenía de su bolsillo.

-¡¿Qué es ese ruido? ! -se preguntó Martín sorprendido. Al mirar en su bolsillo, descubrió con asombro que tenía ¡un monstruo pequeñito! El monstruo era verde y animal, con ojos grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad.

-¡Hola! Soy Monstrini, ¿y tú quién eres? -dijo el monstruo con una vocecita aguda. -Yo soy Martín. ¿Qué haces en mi bolsillo? -respondió el niño intrigado. -Me perdí en el bosque y me refugié en tu bolsillo.

¡Gracias por encontrarme! -explicó Monstrini con una sonrisa. Martín no sabía qué hacer. Por un lado, estaba emocionado de tener un amigo tan especial, pero por otro lado, se preocupaba por cómo cuidar a Monstrini y ayudarlo a regresar a su hogar.

Decidieron trabajar juntos para encontrar la manera de devolver a Monstrini a su mundo mágico. Durante días exploraron el bosque en busca de pistas, enfrentando desafíos y resolviendo acertijos divertidos que les enseñaban valiosas lecciones sobre amistad y trabajo en equipo.

Un día, mientras escalaban una montaña cubierta de musgo resbaladizo, Martín resbaló y estuvo a punto de caer al vacío. En ese momento crítico, Monstrini extendió sus brazos animals y lo sujetó firmemente, salvándolo del peligro.

-¡Gracias por salvarme! Eres un verdadero amigo -dijo Martín emocionado. -Eso es lo que hacen los amigos: estar ahí cuando más se necesitan -respondió Monstrini con humildad.

Finalmente, después de muchas aventuras juntos, encontraron un portal mágico que llevaba al mundo de los monstruos. Con lágrimas en los ojos pero felices por haber vivido tantas experiencias inolvidables juntos, Martín despidió a Monstrini mientras cruzaba el portal hacia su hogar. -Aunque estemos lejos físicamente, siempre seremos amigos en el corazón -prometieron al despedirse.

Desde entonces, Martín siguió explorando el bosque con una sonrisa en su rostro y la certeza de que las mejores amistades pueden surgir de las situaciones más inesperadas.

Y aunque ya no tenía un monstruo en su bolsillo, guardaba para siempre el recuerdo de esa increíble aventura que cambió su vida para siempre.

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