El viaje de Martina


Había una vez, en un rincón de la selva más frondosa y misteriosa, una niña llamada Martina. Un día, mientras exploraba con su familia, se separó por accidente y se encontró perdida en medio de la espesura.

Martina estaba muy asustada. No sabía cómo regresar a casa y se sentía sola y rodeada de animales salvajes. La noche llegaba rápido y el frío comenzaba a calarle los huesos.

A medida que pasaban los días, Martina aprendió a sobrevivir alimentándose de las pocas frutas secas y dañadas que encontraba en su camino. Sin embargo, ninguna cantidad de comida podía llenar el vacío que sentía en su corazón.

Todas las noches lloraba pensando en su familia y deseando estar nuevamente junto a ellos. Los sonidos extraños de la selva solo aumentaban su tristeza. Un día, mientras buscaba refugio bajo un árbol gigante para protegerse del sol abrasador, Martina escuchó un ruido proveniente del riachuelo cercano.

Siguiendo el sonido curioso, descubrió una cueva oculta detrás de una cascada. Intrigada pero temerosa, decidió adentrarse en ella lentamente.

Para su sorpresa, encontró un grupo peculiar de animales: un oso juguetón llamado Benito, una tortuga sabia llamada Doña Josefina y un loro parlanchín llamado Paco. Martina les contó sobre su situación: lo perdida que estaba sin saber cómo volver con su familia y lo sola que se sentía todas las noches.

Los tres amigos animales la escucharon atentamente y, con ternura, decidieron ayudarla. "-Martina, no te preocupes. Juntos encontraremos una solución", dijo Doña Josefina con voz calmada. Los cuatro comenzaron a planear cómo encontrar el camino de regreso a casa.

Benito propuso escalar los árboles más altos para buscar alguna señal familiar desde las alturas. Paco sugirió volar sobre la selva en busca de algún rastro conocido. Y Doña Josefina compartió su sabiduría sobre los caminos ocultos que solo ella conocía.

Día tras día, Martina y sus nuevos amigos exploraban la selva en busca de pistas que pudieran guiarlos hacia su hogar.

A medida que se aventuraban juntos por los rincones más oscuros y peligrosos, Martina descubrió que ya no se sentía sola. Tenía a sus amigos animales siempre cerca, brindándole apoyo y compañía. Un día, mientras escalaban una montaña empinada, Martina divisó una pequeña cabaña al otro lado del valle.

Reconoció el camino: ¡era su hogar! Llena de emoción, corrió hacia allí junto a sus fieles amigos. Al llegar a casa, fue recibida con abrazos cálidos y lágrimas de alegría por parte de su familia. Les contó todas las aventuras vividas gracias a Benito, Doña Josefina y Paco.

Desde aquel día en adelante, Martina nunca olvidaría lo importante que es tener amigos verdaderos que estén ahí para apoyarnos cuando nos sentimos perdidos o solos.

Aprendió también el valor del trabajo en equipo y la importancia de no rendirse, incluso en las situaciones más difíciles. Y así, Martina y sus amigos animales vivieron felices para siempre, recordando siempre que el amor y la amistad pueden superar cualquier obstáculo.

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